El duque de Suárez
Adolfo Suárez ha sido uno de esos políticos que podemos llamar de casta. Un político de vocación y un político ejemplar, que ha marcado un estilo de honradez y desprendimiento hacia sus semejantes, que es un ejemplo para la casta política actual y para las venideras.
Con independencia de que junto al Rey Juan Carlos haya sido el artífice de la democracia que disfrutamos en la actualidad, también ha sido y es un ejemplo de una raza de políticos cuyo fin como servidores públicos era el consenso y hacer de nuestro país una nación donde todos tuviéramos cabida. Con nuestras ideas, nuestra idiosincrasia, con nuestro idioma, con nuestra forma de ver la vida. Y todo esto, se conjugó hace ya bastantes años, cuando la dictadura de más de cuarenta años todavía tenía su estela de poder y podía ensombrecer las ideas revolucionarias y de libertad que tanto el monarca como Adolfo Suarez soñaban para España.
Eran tiempos muy difíciles y convulsos, no se tenía nada claro que se pudiera implantar en nuestro país un sistema de monarquía parlamentaria, ya que habíamos vivido unas monarquías absolutas, dos repúblicas y una dictadura muy prolongada en el tiempo. Pero gracias al buen hacer de Don Juan Carlos y de Adolfo Suarez, montaron los pilares de una democracia que aunque todavía muy joven persistió en el tiempo, hasta llegar a nuestros días.
Lástima que Adolfo Suárez padeciera esa terrible enfermedad que borra todo pensamiento y recuerdo, y en estos pasados años no haya podido decir nada del comportamiento erróneo de los políticos que nos gobiernan, en esta época de corrupción y desencanto generalizado de la ciudadanía sobre la clase política.
Quizás de esto se ha aprovechado mucho hipócrita, que ahora con el cuerpo todavía caliente de este gran hombre de Estado, se atreve a declarar que debemos seguir el camino y la hoja de ruta trazada por Suárez, predicando con su ejemplo y honradez.
Mucho tienen que aprender los políticos de nuestros días de este gran estratega de Estado. Mucho tienen que aprender de la humanidad y compresión de este ser humano excepcional. Mucho tienen que aprender de su honradez y sobre todo, de su idea de servidor público, que en muchas ocasiones dejó aparcados sus problemas personales, para atender otros que tenía como gobernante de nuestro país.
Por eso ahora la hipocresía y la falsedad vuelven a brotar entre políticos corruptos, que lo ponen como ejemplo a seguir, cuando ellos lo único que han hecho en esta honorable profesión es robar y llenarse los bolsillos de ellos y los de los suyos, sin tener en cuenta, ni por asomo, que son servidores públicos y que el poder se lo hemos otorgado los ciudadanos con nuestro voto en las urnas. Por esto estas personas lo único que deben esperar de los ciudadanos es nuestro desprecio frontal.
El Duque de Suárez ya descansa en paz en su Ávila, junto a su amada esposa, para toda la eternidad. Y los ciudadanos españoles nos hemos quedado huérfanos de uno de nuestros hombres más ilustres y que ha marcado un antes y un después en la elección de este sistema de monarquía parlamentaria que disfrutamos en la actualidad todos los españoles.