El Efecto Oscar
Abandonad toda esperanza, salmo 349º
Siempre andamos quejándonos de lo penosa que nos parece la cartelera, pero yo voy a quejarme hoy de todo lo contrario... Las películas que a priori merecen la pena verse se acumulan a un ritmo estresante: en apenas unas semanas se ha estrenado lo nuevo de Paul Thomas Anderson, Bigelow y Haneke, por no mencionar el musical Los Miserables; cuando ustedes lean esto también podrá verse lo último de Spielberg y de Tarantino (de los que espero hablarles la próxima semana); y poco después llegará el nuevo film de Robert Zemeckis. En resumidas cuentas, títulos que suenan todos como firmes candidatos para los próximos premios de la Academia. Es el llamado Efecto Oscar, y aunque no es el primer año que pasa nunca se ha dado con tanta intensidad. Así que imagínense: que vivo sin vivir en mí y muero porque acabaré perdiéndome alguna.
La temporada dio comienzo, para el que esto firma, con The Master, del chico prodigio Paul Thomas Anderson. Un realizador que cuando apenas tenía 37 años ya contaba con cuatro joyas del séptimo arte con su firma: Sidney, Boogie Nights, Magnolia y Pozos de ambición. Ahora tiene 42 y las joyas de la corona ya son cinco, si bien este nuevo trabajo no ha gustado a todos los cinéfilos que disfrutaron de su filmografía previa: sin ir más lejos, a mi amigo y coautor Jesús Lens le pareció "plúmbea, plomiza y muy insoportable", "vacua y vacía hasta el paroxismo", "un coñazo" y "una P.M." (que no son las siglas de "Película Maravillosa", desde luego); a su indispensable blog Pateando el mundo me remito. En cambio, a mí me pareció una POM ("Puta obra maestra"), por seguir con siglas. Estas opiniones diametralmente opuestas me recuerdan que cuando publicamos nuestro libro nos solían preguntar cómo había sido posible escribirlo a cuatro manos, y una de las razones que siempre confesábamos era que muy pocas veces habíamos discrepado acerca de los títulos reseñados. Con The Master habríamos llegado a uno de esos muy contados casos: donde mi querido Lens ve un film aburrido y vacío, yo veo (entre otras cosas) el relato más descarnado jamás rodado acerca de las secuelas que deja una guerra; una guerra que, encima, se nos escatima en una elipsis brutal. En definitiva: un film al que el paso del tiempo pondrá en el lugar que se merece y que confirma lo que ya sugería Pozos de ambición: que Stanley Kubrick no está muerto y firma sus últimas películas con el seudónimo de Paul Thomas Anderson.
En cambio, y como era de esperar, Lens y yo sí coincidimos con La noche más oscura, o la crónica de la busca y captura de Osama Bin Laden por parte de la CIA durante una década, que ha firmado con su pulso habitual la realizadora que pasará a la historia por ser la primera mujer que ganó el Oscar a la Mejor Dirección: Kathryn Bigelow. En esta ocasión la Bigelow agarra al espectador de donde más duele y lo sujeta durante las más de dos horas y media de un relato obsesivo que protagoniza una maravillosa Jessica Chastain. Quédense con este nombre: posiblemente lo oirán varias veces este año, y una de ellas podría ser cuando le den el Oscar desbancando a Naomi Watts o a la veterana Emmanuelle Riva. Quien no lo ganará es Bigelow, incomprensiblemente ausente de la quiniela de nominados: se ve que los de la Academia creen que con la estatuilla que le dieron por En tierra hostil ya tiene más que de sobra. Tampoco aspira al Oscar el realizador de The Master, pero esto, teniendo en cuenta que Kubrick no lo ganó nunca firmando con su verdadero nombre, tampoco es de extrañar.
The Master y La noche más oscura (Zero Dark Thirty) se proyectan en cines de toda España.