El esplendor de la hierba
Abandonad toda esperanza, salmo 31º
En La noche se mueve, película de Arthur Penn que habría que reivindicar, Gene Hackman afirmaba que ver una película de Eric Rohmer era como ver crecer la hierba. Tan afortunada sentencia se convirtió pronto en un chiste que siempre salía a colación para hablar, por extensión, del prototípicamente considerado como cine francés.
Bien es cierto que en el ámbito del cine de autor, y no sólo del francés, lo que se escondía detrás de mucha profundidad impostada no era más que la vacuidad más absoluta, y que algunas de las películas más señeras englobadas bajo dicho epígrafe se han venido abajo con el paso del tiempo, dejando ver la debilidad de su andamiaje.
No obstante, hay que reconocerle el mérito a los popes de la Nouvelle Vague, con Godard y Truffaut a la cabeza: dieron carpetazo al académico cine que se venía haciendo entonces en el país vecino, y gracias a los avances técnicos -la dolly, cámaras más manejables...- sacaron el cine a la calle, lo acercaron a la realidad. Es en buena parte gracias a ellos (y a John Cassavetes en América), que el cine actual, para lo bueno y para lo malo, está donde está.
Les hablaba de la Nueva ola francesa y demás hierbas, nunca mejor dicho y como diría el detective de Arthur Penn, con motivo de la edición en DVD de varias películas de Jacques Rivette, sin duda el más desconocido, al menos aquí, de los nombres clave del movimiento, y de cuyas películas sólo esta y alguna más (recuerdo Alto, bajo, frágil y Vete a saber, ambas muy recomendables) se han estrenado en los cines españoles, irremediablemente más ocupados con cintas tan exquisitas como Aquellas juergas universitarias o Esta abuela es un peligro 2.
Rivette, cineasta excesivo, de obra radicalmente personal, nos regaló a comienzos de los noventa La bella mentirosa, película monumental -en más de un sentido- sobre la creación artística, inspirada en La obra maestra desconocida de Balzac y en la que un pintor (al que encarnan Michel Piccoli y las manos del artista Bernard Dufour) retoma tras años de abandono la que podría convertirse en su obra maestra.
A lo largo de casi cuatro horas -sí, han leído bien, casi cuatro horas-, el espectador asiste a una comedia humana donde muy pocos personajes rondan el alumbramiento de esa bella mentirosa que nadie, salvo el pintor, su mujer, la modelo y la niña que le ayuda a emparedar el lienzo, verá jamás. Nadie verá la pintura porque dar por terminada una obra maestra cierra una fase y deja más de una existencia vital sin sentido. Pero créanme, vale la pena que ustedes vean La belle noiseuse, si no el cuadro de Frenhofer, sí la película de Rivette. Déjense llevar y vean cómo la hierba crece, brilla con el rocío, y es mecida por el viento... para, finalmente, ser aplastada y olvidada.
La bella mentirosa y otras películas de Jacques Rivette están editadas en DVD por Intermedio.