Cultura

El gato encerrado

Ahora, que se suceden los eventos en todas las ciudades y provincias de nuestro país, sea cual sea la época del año (no solo en nuestra Villena). Ahora, que la implicación ciudadana en la organización y desarrollo de actividades sociales y culturales podría calificarse de masiva (respecto a otros períodos vividos). Ahora, que se alcanzan cimas inimaginables de asistencia, barriendo cualquier marca lograda anteriormente de participación popular en eventos de toda índole (sobre todo los gratuitos). Ahora que “hay de todo y se encuentra al alcance”, no está de más que aparezcan algunas voces críticas que expliquen dónde se encuentra encerrado el gato. Porque, queridas personas, aquí: o hay trampa, o hemos pasado un par de décadas gastando por encima de nuestras posibilidades en materia cultural y viviendo en una sociedad dormida (que también, ambas cosas).
Puede que en otros tiempos hayamos (y no hablo únicamente de nuestro caso particular) ocupado un buen bocado de nuestros presupuestos en cultura: vimos grandes montajes escénicos, escuchamos grandes interpretaciones musicales, vimos grandes exposiciones o construimos grandes edificios. Tan grande era como para ahogar los movimientos culturales más pequeños o los destinados a tejer una red social en materia de cultura. Digamos con torpeza y poca precisión que nos movimos entre el cien y el sesenta, en una escala cultural del uno al cien. Y puede que ahora se apueste por los recursos propios, por las tarifas asequibles, por la cercanía. Cubriendo en esa misma escala desde el cero al cuarenta (la fama de él o de ella, personajes televisivos, no suman generalmente puntos en por ejemplo una pieza teatral, están allí por otros motivos).

Lo que nos da a poco que calculemos una franja de veinte puntos justo en el centro de esta imaginaria escala propuesta. Un espacio donde se desarrollan unos trabajos artísticos profesionales y desligados de las exigencias comerciales. Un espacio que llevado a otros ámbitos laborales es sobradamente digno y competente. Y un espacio que sufre realmente el maltrato legal y fiscal a la cultura, del mismo modo que viene sufriendo la incompetencia y la ignorancia de las políticas culturales municipales, regionales y nacionales. Una fracción de la tarta donde realmente se pueden encontrar los verdaderos flujos artísticos de nuestra sociedad: los temas, las tendencias, las ideas. Una franja que sufrió la vacua ceguera elitista de los buenos tiempos y que ahora sufre la endogamia austera de los tiempos peores.

El gato encerrado en la Cultura en este hoy de mercadillos y ferias, de naftalina, mesas camilla y espinillas, de puertas abiertas a cualquier producto territorial (gratuito), de fuegos artificiales con un “famoseo” de capa caída, resulta la falta de miga, de pensamiento crítico, de creación Estética (en el sentido filosófico del término), de evolución y de riesgo: de Arte. Más no es mejor, y la Cultura debe ser una carretera donde avanzar, no una Zona de Descanso en mitad del camino.

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