El hombre estaba harto de que le robaran y le rompieran los cristales de la tienda
Bon El Silencioso (en realidad se llama Bonifacio, pero desde que vimos la peli Clerks el año pasado nos hemos rebautizado como Jai y Bon El Silencioso; para no iniciados, ver Kevin Smith en la wiki) y yo estábamos en su habitación jugando en la Play 3 al Uncharted 3: Drake's Deception, y como ya llevábamos unas cuantas horas jugando, Bon El Silencioso fue a la cocina a por unos Red Bull y yo me quedé mirando por la ventana que da al descampado trasero.
Entonces vi cómo el hombre ya casi anciano de la tienda de comestibles de la esquina (que ya no estaba abierta, porque el hombre la había cerrado hacía unos meses harto de que le robaran y de que le rompieran los cristales y de que la administración le hubiera multado por no sé qué rollo sobre normativa de seguridad) llegaba conduciendo su viejo Ford Escort de por lo menos veinte años. Alguna vez lo había visto allí, lavando su viejo Ford Escort. Sacaba una manguera por la ventana trasera de la tienda y mojaba el coche. Después lo enjabonaba con mucha atención y a continuación lo volvía a rociar con la manguera hasta que no quedaba nada de espuma. La verdad, parecía una tarea más sentimental que higiénica, ya que el Ford Escort estaba claramente para el arrastre. Me imaginé que en esa ocasión iba a hacer lo mismo. El hombre bajó del coche, abrió el maletero, y sacó una garrafa de unos cinco litros. Se quedó mirando unos instantes el viejo Ford Escort, como si estuviera calculando algo, y después abrió la garrafa y desparramó el líquido que había en su interior sobre el coche, dándole una vuelta completa. Se alejó unos metros del Ford Escort y dejó la garrafa en el suelo, con lentitud, asegurándose de que se quedaba plantada. Regresó al coche y se colocó en el asiento del conductor. Abrió la ventanilla, sacó una mano, de ella surgió un pequeño destello, e inmediatamente todo el coche se incendió, justo cuando Bon El Silencioso entraba en la habitación con las bebidas y algo de picar, que él ya había probado porque iba masticando. El hombre volvió a subir la ventanilla, aunque llevaba la manga ardiendo y el fuego pareció colarse en el interior del coche. Bon El Silencioso y yo nos quedamos un poco desconcertados viendo el viejo Ford Escort arder con el hombre ya casi anciano de la tienda de comestibles de la esquina dentro. La escena era demasiado cruda, sin música ni efectos, como sin diseñar. El hombre empezó a bracear dentro del viejo Ford Escort, y Bon El Silencioso tuvo el acto reflejo de coger su móvil y empezar a grabar mientras me decía que llamara a emergencias. Llamé y le di las indicaciones a una persona que parecía aburrida. Después bebí de mi Red Bull y mordisqueé unas galletitas sin dejar de mirar por la ventana. El viejo Ford Escort estaba volviéndose del color del carbón y el hombre parecía empezar a descomponerse; era difícil verle a través de las llamas. Bon El Silencioso dejó de grabar y se acercó a mí para enseñarme el vídeo. Qué diferencia al verlo por la pantalla. Allí, y gracias a un dramático uso del zoom, el hombre ardía verdaderamente con emoción. Bon El Silencioso trasteó su móvil, hizo sonar el tema We de Monosurround y volvimos a ver el vídeo. Sí, aquello era otra cosa, una auténtica pasada.