Cultura

El largo viaje

Sin ser demasiado conscientes de lo que ocurría, como tan a menudo sucede en nuestras vidas, el último fin de semana nos embarcamos en una aventura singular. Un viaje a lo largo de la historia de la humanidad, por decirlo de un modo grandilocuente e inexacto. El caso es que arrancamos el viernes con nuestra desbordante Fiesta Medieval y la acabamos el domingo contemplando entre otros los restos de Lucy, la Australophitecus Afarensis hallada en Etiopía. Un salto cuantitativo desde la Era del Whatssap de pago hasta el Plioceno, pasando por la visita de los Reyes Católicos a nuestra ciudad (antes de ser ciudad, noble y fidelísima).
Cuando todo comenzó ya estábamos abducidos por esa mezcolanza espacio temporal que generan las Fiestas del Medievo. La inmersión en esa parte de nuestra ciudad apenas conocida y ahora además vestida con banderolas, modificadas sus líneas con las estructuras de los puestos de venta y calzada con briznas de paja. El ambiente, el movimiento y el color, elementos fundamentales para la seducción, hicieron el resto. Me sorprendió agradablemente –lo que se dice: no me decepcionó, o cumplió mis expectativas– la visita a la Bodega del Caracol. No solo por el espacio en sí, sino por algo ajeno que inspiraba esa cosa que no se sabe qué es. También el resto, que no era poco, nos sedujo, más allá de la oferta comercial o cultural (que obviamente también fue bien recibida). Todo un lujo esta Fiesta, porque respira un aire más popular y participativo que el que habíamos sentido en muchas otras.

Pero déjenme, queridas personas, que les hable también de nuestra visita a Dinopétrea, la exposición de dinosaurios que hasta el doce de mayo podemos encontrar en la Lonja del Pescado de Alicante. Y aunque lo primero que les tengo que decir es que no es el lugar más adecuado para acoger “la más importante exposición de dinosaurios y paleontología del mundo”, por su tamaño y configuración; no puedo dejar de recomendarles visitarla. Es toda una experiencia encontrarse frente a frente con el esqueleto de un Mamenchisaurus, o contemplar las fauces de un Allosaurus –primo del popular Tiranosaurus Rex–. Encontrarán también allí trozos de meteoritos –incluido un siderito que podrán palpar a gusto–. Además de dientes y uñas, cráneos, mandíbulas y expositores didácticos que alimentarán la curiosidad de cualquiera que las contemple, desde la edad más temprana hasta la edad más inverosímil.

En cualquier caso, y por no dejar de criticar, tendré que advertirles sobre la triste calidad de imagen y sonido de los vídeos proyectados en la “nave” Nimbus que se anuncia en los trípticos. Un verdadero suplicio en formato .mpg que afortunadamente nos encontramos al inicio del recorrido y que se ve recompensado después, cuando comenzamos a encontrarnos con esos vestigios, esos seres, que de ninguna manera podemos ni queremos imaginar a nuestro lado.

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