Cartas al Director

El magnetismo de las alcaparras

No puedo evitar reflexionar sobre un tema sobre el que mucha gente opina en petit comité, pero que muy pocos se atreven a hacerlo públicamente. Lo llamaré la insoportable verborrea gastro-descriptiva, es decir, los adornos y florituras que se usan para dar nombre a los platos en las cartas de cada vez más restaurantes.
En mi opinión, toda la culpa de esto la tienen los grandes chefs, por texturizar, gelificar, esferificar, y no se cuantas perrerías más que les hacen a sus creaciones, que no consiguen otra cosa que confundir al comensal y forzarle a formular la consabida preguntita de “¿y esto qué es?”. Que me perdonen estos chefs, pero con sus rimbombantes creaciones han arrastrado a la mayoría de los dueños de restaurantes a subirse al carro de las nuevas nomenclaturas, y de seguir así mucho me temo que con el tiempo habrá una vuelta a los orígenes (espero) y volveremos a llamar al pan, pan y al vino, vino.

Lo que otrora se llamó huevos con jamón, lo podemos encontrar hoy como huevo pochado a 65 grados (ni mas ni menos) con crujiente de ibérico, por no hablar del arroz meloso con boletus, que ahora resulta que hay que llamarlo rissotto ai funghi porcini.

Para no hacerme pesado me gustaría que se deleitasen con estas dos perlas que copio textualmente de la carta de un conocido y premiado restaurante de la Costa Blanca: la cremosa tibieza de hígados de pichón de Bresse a la brasa con legumbres, semillas, bayas y germinados y la gamba con polvo de carbón vegetal y americana traslúcida. Ahí queda eso.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba