El mayor de los crímenes
Abandonad toda esperanza, salmo 19º
Los que sigan asiduamente esta columna, si es que hay alguien aparte de mi familia, mi mujer y cuatro compañeros de tertulia y cerveza, sabrán que suelo hablarles de novela negra. Y los más perspicaces quizá hayan notado que hago todo lo posible por ir alternando las recomendaciones para no cansarles siempre con lo mismo (prefiero cansarles con cosas diferentes). Pero aunque la semana pasada les hablaba precisamente de una, la soberbia Maderos de Ken Bruen (que ya habrán leído, no lo pongo en duda), la realidad se impone como en una novela negra y toca hablar de nuevo del género.
Y toca porque, como suele denunciar el noir, se ha cometido una injusticia. Hace unos días fallecía Justo Vasco. Y no se me ocurre ningún policía, ningún investigador privado, ningún justiciero urbano, ni siquiera ningún superhéroe con sus jodidos superpoderes, que pueda hacer algo para devolvérnoslo.
Fue Mariano Sánchez Soler, magnífico escritor y periodista, mejor persona (que ya es decir), quien me lo presentó. Y fueron ambos quienes me convencieron para que me dejara caer por la Semana Negra de Gijón (de la que espero hablarles más detenidamente en julio). Fue sobre todo Justo, cubano afincado en la ciudad asturiana, quien poniendo todas las facilidades y ninguna pega hizo que finalmente me decidiera a embarcarme en tan maravillosa aventura.
Justo es (me niego a utilizar el tiempo pasado, no puedo todavía) un gran escritor, un excelente traductor, un brillante crítico, pero lo recordaremos sobre todo como una persona maravillosa... Es ese amigo que te llama hermano al hablar contigo por teléfono aunque sólo te vea un par de veces al año. Se ha tenido que ir para que yo, tan idiota como siempre, me diese cuenta de lo que significaba para mí y para los que lo conocíamos y tratábamos.
Pero como escritor que es, deja atrás un legado que perdura, y no se me ocurre mejor manera de homenajearlo que leer sus libros. El día en que me enteré de que había entrado en coma sentí el impulso de coger su Contracandela, que descansaba en la pila de libros pendientes, y empezar su lectura, sintiendo que sería una manera de agarrarlo fuerte y sujetarlo a la vida, a este plano de la realidad cotidiana. No me dio tiempo. Nos dejaba pocas horas después. Yo miraba la portada de su libro y me sentía impotente.
Y ahora, más que nunca, tengo unas ganas terribles de leer Contracandela. O Mirando espero, su última novela. Novela que ya no podrá dedicarme, tan amablemente como siempre, cuando nos veamos en alguna visita suya a Alicante, o en la próxima Semana Negra. Porque no estará allí. Si saben de algún detective, algún agente de la ley, que pueda ayudarnos a encontrarlo, avísennos. Y si hay que pagar rescate, por mucho que pidan, pagándolo entre todos los que le queremos saldremos a muy poco, por no decir a nada.
Mirando espero de Justo E. Vasco está editada por Cims 97.