El mejor cine del 2018
Abandonad toda esperanza, salmo 643º
En esta ocasión, signo de los tiempos que nos han tocado vivir, no podemos disfrutar de un anuario impreso de El Periódico de Villena; pero, pese a ello, no me he podido resistir a continuar con la tradición de dedicar la última columna del año a repasar los que han sido, para el que esto firma, los mejores estrenos del año. Una lista que encabeza con una ventaja holgada El hilo invisible: después de atreverse a experimentar con sustancias lisérgicas en la, al menos para mí, fabulosa Puro vicio, Paul Thomas Anderson (acaso el mejor cineasta de su generación) osa convocar el recuerdo de maestros del melodrama más sofisticado como Ophüls, Minnelli o Visconti con esta sutil filigrana de corazón envenenado que nos deja con la preocupación de que Daniel Day-Lewis cumpla por fin con su amenaza de retirarse para siempre de la interpretación. Si así fuera, al margen de la desgracia que ello supondría para todos los amantes del cine, el protagonista de Pozos de ambición (su anterior colaboración con Anderson, por cierto) se despediría con una de las piezas mayores de su filmografía y una de las grandes películas de lo que llevamos de siglo.
Si me propusiera ser más o menos ecuánime, tal y como hace a veces la Academia de Hollywood a la hora de repartir sus Oscars, y optara por ello por un realizador distinto de Anderson como el destacado del 2018, mi candidato ideal sería Luca Guadagnino. El italiano no es el único que ha conseguido estrenar dos filmes en un mismo año (ahí está también Steven Spielberg con Los archivos del Pentágono y Ready Player One), pero sí es quien ha logrado que uno de ellos sea mi segundo título favorito: Suspiria, esa reescritura radical del clásico de Dario Argento que funciona como película de terror pero que lleva mucho más allá la propuesta original y se erige en uno de los discursos, tanto en su temática como en su estética, más potentes del año. En cuanto al otro trabajo de Guadagnino, Call Me by Your Name, también lo considero por méritos propios como una de las mejores películas de los últimos doce meses. Casi nada, tratándose de un director del que prácticamente nadie había oído hablar hace apenas un lustro.
A la hora de completar el podio, me decanto por 120 pulsaciones por minuto, la excepcional película semiautobiográfica del francés de origen marroquí Robin Campillo, ambientada en la Francia que contemplaba a comienzos de los ochenta la aparición de una nueva amenaza: el sida (tema, por cierto, que también trata aunque de forma más sucinta uno de los grandes éxitos del año: la estupenda Bohemian Rhapsody). El film de Campillo, de un verismo que parece solo al alcance de los más grandes, cuenta además con mis interpretaciones masculinas favoritas del 2018: varios actores se merecerían un ex aequo como los repartos de El Padrino o Glengarry Glen Ross, pero si me obligan a elegir solo uno destacaría al argentino Nahuel Pérez Biscayart, una de las grandes sorpresas de la temporada.
En cuanto a actrices, el asunto está mucho más reñido: si contemplamos la necesidad de repetir, Suspiria por sí sola le daría la victoria a una multiplicada Tilda Swinton, cuyo talento superlativo parece no tener límites; e incluso su compañera de reparto, Dakota Johnson, se dejó ver también en la interesante (y mucho mejor de lo que se ha dicho por ahí) Malos tiempos en El Royale. Si dejamos de lado el requisito del pluriempleo, no es difícil decantarse por la oscarizada Frances McDormand de Tres anuncios en las afueras (soberbiamente escrita y dirigida por Martin McDonagh); o, ya en terreno nacional, el duelo interpretativo entre Nawja Nimri y Eva Llorach -esta, el gran descubrimiento de nuestro cine- en Quién te cantará de Carlos Vermut, un vis a vis que no tiene nada que envidiar a los de algunos de los mejores roles femeninos de Pedro Almodóvar. Pero prefiero dar un toque de atención sobre la británica Claire Foy, una actriz fantástica a la que -dado que no he visto la serie The Crown- he descubierto este año como esposa de Neil Armstrong en First Man; y a la que enseguida volví a ver en Millennium: Lo que no te mata te hace más fuerte, suerte de secuela o reinicio de la saga en la que encarna a una Lisbeth Salander a mi parecer más convincente que las anteriores de las más que solventes Noomi Rapace y Rooney Mara.
Completemos el Top 5 con la que es, al margen de Suspiria, la mejor cinta de terror del año, Hereditary; y con la que me parece la película española más sobresaliente en un año donde no han faltado grandes títulos de nuestro cine: El Reino, o la crónica de la corrupción política de nuestro país que ha dirigido Rodrigo Sorogoyen y protagonizado un excelente reparto encabezado por Antonio de la Torre.
Al margen de directores e intérpretes, me parece curioso señalar uno de los espacios más y mejor transitados por el cine de este año: los hoteles. Al ya citado El Royale y al que centra la investigación de la magnífica The Nile Hilton Incident (que aquí ocultaron tras el título El Cairo Confidencial) habría que sumar el hotelucho de The Florida Project, una de las grandes sorpresas del año, y que para el que esto firma es el título que cierra con mucha dignidad un Top 10 ideal donde también entrarían las ya mencionadas Tres anuncios en las afueras, Quién te cantará y Los archivos del Pentágono. Y si llevan la cuenta se habrán percatado de que nos falta un título. Pues ahí va: Climax, con la que Gaspar Noé triunfó en ese mismo festival de Sitges que inauguró Guadagnino con Suspiria... Precisamente dos cintas que tienen el baile como uno de los elementos fundamentales de sus respectivos argumentos y también las dos cintas más provocativas y arriesgadas del año (con permiso de la estupenda pero a mi parecer algo sobrevalorada Mandy).
Aclarado el asunto, solo me resta destacar que -al margen del Spielberg brillante de Los archivos del Pentágono- grandes nombres como los de Asghar Farhadi, Terry Gilliam, Michael Haneke, Spike Lee, Roman Polanski o Ridley Scott nos han ofrecido películas tan estupendas como Todos lo saben, El hombre que mató a Don Quijote, Happy End, Infiltrado en el KKKlan, Basada en hechos reales o Todo el dinero del mundo; pero que por muy estupendas que sean están lejos de situarse a la altura de sus mejores trabajos; por no hablar de dos decepciones mayúsculas como el Spielberg de Ready Player One y sobre todo el Guillermo del Toro de La forma del agua, por mucho Oscar que le dieran. En cambio, hemos podido disfrutar de sorpresas tan espléndidas como cuatro películas con una única palabra por título: Thelma de Joachim Trier, Girl de Lukas Dhont, Disobedience de Sebastián Lelio o la citada Hereditary de Ari Aster: inesperados destellos de un talento descomunal a la hora de contar una historia con imágenes, palabras y sonidos. En esa capacidad de seguir sorprendiéndonos a estas alturas de su historia radica una de las grandezas del séptimo arte; algo que sin duda volverá a ocurrir en el 2019 que está a punto de empezar, y que deseo a todos los lectores de esta publicación que venga cargado de alegrías y libre de sinsabores.