Cultura

El Método Blablablá

Consultados los compañeros de los distintos medios acerca de su posicionamiento respecto al Método Gronholm visto el pasado sábado en el Chapí, y con conocimiento de las semanas que han pasado sin deleitarles con una crítica teatral, me temo que la presente les recuerde aquellos gloriosos tiempos en que como algunos de ustedes me decían: “Joer, Andrés, es que no te gusta nada”. Vaya por delante el buen trabajo que actores y actriz realizaron con sus personajes, ya que de otro modo la asistencia al espectáculo hubiera sido poco menos que insufrible.
A continuación pasemos a referirnos a lo visto en el escenario: tres hombres y una mujer entran a una habitación para ser entrevistados por una gran empresa que busca un puesto directivo de alto nivel, y después bla bla bla, se sientan, hablan, se levantan, hablan, recogen unos sobres, hablan, hacen unas pruebas, hablan y… al fin el resultado final imprevisto. Lo más parecido a leer un texto teatral, a asistir a una lectura dramatizada o a escuchar una pieza radiofónica. En la otra parte de la sala un público atento que pierde paulatinamente la atención y que muchas veces sorprende riendo frases que no buscan tal propósito. Eso fue lo que nos deparó la propuesta de Tamzin Townsend: inmovilidad, un escenario realista que pese a su magnitud y modernidad no era más que un contenedor aséptico alejado de cualquier signo que subrayara la situación de los personajes o de la trama –con fallos dentro de su estética tan abrumadores como el contraste entre la magnífica puerta de entrada y la cutre bandeja expendedora–. Pero lo que más molesta del montaje que tratamos es su falta de inercia, su propuesta de salón, de mesa camilla. La consideración que suscita acerca de la teatralidad, en ella queda patente la superioridad del texto en relación al resto de elementos teatrales: movimiento, iluminación, escenografía, atrezzo…, cuyo valor semiótico, su sentido y significado, en este caso es nulo. Nos encontramos a tal extremo en dicho estadio que pese al uso de la cuarta pared que suele darse en este tipo de estilo, el posicionamiento de los personajes en repetidos momentos de la obra es incorrecto: dando la palabra al personaje más avanzado en el escenario y situando a los personajes antagonistas al fondo, por lo que el primero debe hablar al resto en posición de tres cuartos dando prácticamente la espalda al público.

Afortunadamente para quien no haya visto todavía la película de Marcelo Piñeyro El Método, inspirada en el texto teatral, podrán disfrutarla sin temor a correspondencias con dicho texto. El guión y la puesta en escena de la versión cinematográfica está mucho más lograda y contiene elementos críticos y artísticos de mayor profundidad, que conducen por tanto a una propuesta más interesante y entretenida.

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