El otro hombre tiene una gran mancha roja e irregular cerca de la oreja izquierda
Salgo del hospital y recorro los cuarenta o cincuenta metros que hay hasta el parque que hay delante. Allí va la gente que quiere fumar un cigarrillo para tomarse un descanso si van de visita o si pasan el día acompañando a un familiar enfermo. Me siento en uno de los pequeños muros de piedra que rodean los parterres con árboles ornamentales y me enciendo un cigarrillo.
Frente a mí hay un banco de madera con dos hombres sentados, uno en cada punta del banco. Los dos deben estar entre los cincuenta y los cincuenta y cinco años y están fumando. Uno lleva bigote y está inclinado apoyando los codos en sus rodillas. El otro tiene una gran mancha roja e irregular cerca de la oreja izquierda, algo así como un eczema. Está reclinado sobre el respaldo y cruza la pierna izquierda sobre la derecha. El hombre de bigote mira al suelo y dice que el de anoche fue un partido de mierda, aunque no sé si el otro le ha preguntado antes de que yo llegara. El del eczema se toca la mancha mirando al cielo, y segundos después añade tirando un poco de humo que son un atajo de gandules. El del bigote da una calada y asiente con desgana. Se mira los zapatos. El del eczema sostiene el cigarrillo con su mano derecha entre el pulgar y el medio, con esa forma que parece la de alguien que tiene un poco de asco. Pasan cinco o seis segundos más y dice que a los futbolistas el fútbol les da igual, que solamente piensan en ganar más dinero. El del bigote chupa su cigarrillo y vuelve a asentir con gesto lento. Hay un silencio en el que los dos parecen pensar en otras cosas. Después el del bigote dice que ha oído que han pillado a un alcalde sobornando a un concejal, que hay grabaciones. El del eczema fija la mirada en las copas de los árboles. De los agujeros nasales se le escapan dos hilillos de humo que ascienden y se evaporan. Tras unos segundos dice que el país está podrido. El del bigote asiente cansado, cambiándose el cigarrillo a la mano derecha para rascarse con la izquierda la rodilla del mismo lado, estirando la pierna y posándola en el suelo en el mismo sitio. Luego dice que al alcalde ese no le pasará nada porque son todos iguales, unos mangantes de mierda. El del eczema parece que va a mover la cabeza para confirmar las palabras del otro, pero se queda quieto, como si en el último momento hubiera pensado que da igual. Después mira un momento al del bigote y pregunta, con un gesto contenido de preocupación, que por qué está allí, en el hospital, y después vuelve a fijar la mirada en algún punto indeterminado delante de él. El del bigote se toma su tiempo para dar una calada sin dejar de mirarse los zapatos y después dice que su padre se está muriendo. El del eczema se toca la mancha levantando un poco las cejas. El del bigote añade un ¿y usted? para corresponder a la preocupación del otro. El del eczema apura el cigarrillo sin dejar de mirar al frente, y tras unos segundos dice que a su mujer le han quitado los dos pechos. El del bigote gira la cabeza levemente a la izquierda como gesto de comprensión sin dejar de mirar al suelo. El silencio ocupa los segundos siguientes, hasta que el del bigote pregunta si esa noche hay partido en la tele, y el otro sin moverse añade que se imagina que sí, pero que no tiene ni idea de cuál. Me giro para apagar mi cigarrillo en la tierra del parterre y veo una hilera de hormigas que está portando un escarabajo, como si fuera una comitiva fúnebre. Yo sí sé qué partido televisan, pero me callo, hundo la colilla en la tierra, me levanto ofreciéndoles a los dos hombres un leve gesto circunstancial de despedida, y me voy otra vez al hospital.