El país de las ciegas
Abandonad toda esperanza, salmo 573º
Quizá recuerden que hace un par de semanas, al hilo del estreno de Wonder Woman, señalaba por igual lo dudoso del discurso presuntamente feminista de la cinta de Patty Jenkins y lo injusto que me parecía que su distribución masiva distrajera la atención del aficionado y provocara que propuestas más interesantes como Colossal pasaran un tanto desapercibidas. Pues poco más o menos lo mismo podría suceder con otros dos estrenos recientes, ambos dirigidos y protagonizados (y alguna cosa más) por mujeres, y que -curiosamente, como la cinta de Nacho Vigalondo- he podido ver en gloriosa versión original gracias a sendos estrenos simultáneos en Movistar+.
A nadie que se acerque a The Love Witch se le escapará que se trata de una de las propuestas más estimulantes de la cartelera en términos puramente visuales: Anna Baller, su autora (y luego me extenderé en esto último, que el asunto trae cola), recupera la estética del cine sexploitation de los años sesenta y setenta en una operación formal que puede recordar al proyecto Grindhouse de Quentin Tarantino y Robert Rodriguez; o a las películas de Peter Strickland, Berberian Sound Studio y muy especialmente The Duke of Burgundy. Y como hiciera Strickland en esta última, Baller se centra en analizar la figura femenina, aquí una hechicera en busca del príncipe azul, pervirtiendo el rol habitual de aquella como mero objeto de deseo al convertirla en agente provocador y por tanto verdadero motor del relato. La película no es redonda, pero solo por esto último y, claro, por su lujoso envoltorio retro ya vale la pena verse.
Para agente provocador, el papel que juega Ruth, la protagonista de Prevenge, una joven viuda que decide vengarse de aquellos que considera culpables de la muerte de su esposo. La particularidad del personaje radica en que está embarazada, así como que su psique proyecta los pensamientos homicidas en la supuesta conciencia de su hija nonata. La idea no es del todo nueva: quizás alguno de ustedes recuerde Baby Blood, aunque aquella era más gamberra y tenía un registro más fantastique (nunca mejor dicho dado que era una producción francesa). Pero hay que reconocerle a Alice Lowe, a la que descubrimos como guionista y protagonista de la comedia (muy) negra Turistas, y que aquí además de escribir e interpretar debuta como directora, la valentía con la que encara un relato que fácilmente podría haber caído en el humor chusco y la truculencia sin sentido; así como el alcance que logra en su reflexión acerca de la posición de la mujer en el mercado laboral (atención a la escena de la entrevista de trabajo, excelente, y con una también espléndida Kate Dickie).
Pero a lo que iba: estas películas que les comento hoy, ambas lejos de ser obras maestras pero las dos desde luego muy estimables, han sido saludadas como las películas más feministas del momento. Y de nuevo, como me pasara con Wonder Woman, tengo mis dudas: las lecturas posibles tanto de la peripecia de la embarazada vengativa como sobre todo de la historia de la bruja del amor me parecen lo suficientemente ambiguas como para poder poner en duda su valía como manifiestos feministas de pleno derecho. Lo que pasa es que si las comparamos con el discurso dominante, incluyendo (lo siento) a la cinta protagonizada por la superheroína creada por William Moulton Marston, cualquier retrato de una fémina que actúe siempre libremente y según sus propias decisiones puede pasar por un artefacto feminista sin fisuras; vaya, que en el país de las ciegas, las tuertas son las reinas.
Ahora bien, otra cosa es que hablemos en términos extradiegéticos, olvidándonos de lo que cuentan y centrándonos en el hecho de que ambas son cintas concebidas desde su mismo origen por mujeres que no rinden pleitesía alguna al patriarcado que domina la industria del cine de Hollywood: como ya se ha señalado, Alice Lowe escribe, dirige y protagoniza Prevenge; por su parte, y pese a su experiencia previa como actriz, la también guionista y directora Anna Biller cede el protagonismo de The Love Witch a una estupenda Samantha Robinson, pero a cambio también coproduce la cinta y se encarga del montaje, la música, el diseño de producción, la dirección artística, los decorados y hasta el vestuario (muy pocos directores, e incluyo por supuesto a los hombres, se han encargado de tantas tareas a la vez). Entonces sí: Prevenge y The Love Witch serían el resultado de una actitud decididamente feminista, y su mera existencia es motivo más que suficiente para situar a sus principales responsables en la línea que inició Alice Guy Blaché, la primera directora de ficción de la historia del cine. Una línea que consolidó después esa pionera todoterreno que fue la admirable Ida Lupino; y en la que aparecerían más tarde Yuliya Sointseva y Sofia Coppola, las únicas realizadoras premiadas como tales en Cannes (la última, este mismo año); Jane Campion (la única en ganar la Palma de Oro en el mismo certamen, con El piano); o Kathryn Bigelow (todavía hoy la única cineasta en ganar un Oscar, por En tierra hostil). Directoras en su gran mayoría, por cierto, que no tienen nada de tuertas ni en el sentido real ni en el metafórico... aunque un parche le habría sentado a Ida Lupino tan bien como a John Ford o Raoul Walsh.
The Love Witch y Prevenge se proyectan en cines de toda España.