Cartas al Director

El parking habilitado en Cristóbal Amorós multiplica la inseguridad de las viviendas de la zona

Dice el refrán: “No hay mal que por bien no venga”, o viceversa, porque lo cierto es que hay veces que “no hay bien que por mal no venga”. Y digo esto en relación con el aparcamiento que provisionalmente ha habilitado el Ayuntamiento en el solar existente, desde hace unos doce años, entre los números 9 y 17 de la Calle Cristóbal Amorós (Zarralamala).
Solar que se ha hecho eterno, entre otros motivos, pero principal y desgraciadamente, porque al ser varios los propietarios y tratarse de una “unidad de actuación”, incluida la casa no derruida del número 9 de Cristóbal Amorós, la intransigencia, cerrazón y falta total de entendimiento de dos de ellos (lo dejaremos ahí) ha traído como consecuencia que por desgracia no se construyera en el citado solar, cuando las circunstancias eran muy favorables, consintiendo llegar a la actual “crisis del ladrillo”, donde todo proyecto ha quedado tristemente paralizado.

Esto, que ha ocasionado un mal y no pequeño, posibilita el bien que representa poder aprovechar el mencionado solar para aparcamiento gratuito de unos cincuenta coches, lo que además ha permitido sanear la zona. Pero esta cara también tiene cruz, porque al quedar tan despejado y asequible el perímetro, han quedado muy vulnerables (con el culo al aire, nunca mejor dicho) las edificaciones colindantes, cuyos patios y galerías recaen al mencionado solar.

De hecho, uno de estos edificios, concretamente la mencionada casa del nº 9 de Cristóbal Amorós, que está deshabitada ya que un momento dado se iba a construir de forma inmediata –hace de esto unos cuatro años y quedó todo en un gran fiasco– ya ha sido desvalijada en dos ocasiones por algunos “mangantes”, reventando puertas, arrancando griferías, cables, tuberías de gas y calentadores, amén de otros destrozos.

Todo esto no tendría importancia si no fuera por la circunstancia de que este año se quedó en esta casa la Mesa de la Virgen. Esta mesa, como muchos sabrán, es la que se pone desde tiempos inmemoriales al paso de la Virgen cuando hacen un descanso en la Romería de despedida del día 9 de septiembre. Bueno, pues los “visitantes” se han llevado las faldas de esta mesa, lo único estimado y apreciado por la familia, más por su valor simbólico al ser un entrañable recuerdo, que por su valor material. Para más “recochineo”, dichas faldas fueron utilizadas por los “chorizos” para llenarlas y llevarse su “botín”, según versión de unos vecinos del Paseo Chapí, cuyas galerías dan al solar de marras, que los vieron voltear las paredes del patio de la ya mencionada casa a las tres de la tarde.

En conclusión, “no hay bien que por mal o peor no venga”.

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