El Parque Sin Título
La pasada semana se abrió de forma no oficial el Parque infantil que transcurre paralelo al acceso del complejo educativo de Villena. La zona, todavía por bautizar cuando escribo estas líneas, a primera vista parece justificar al fin aquellos antiguos eslóganes radiofónicos que nos llamaban a vivir en el barrio del futuro de nuestra ciudad (el barrio del porvenir, creo recordar, que se extendería más allá del barrio del progreso).
Y el tiempo ha hecho realidad lo que nos pareció ciencia ficción: el efecto longanizante que sufre nuestra ciudad resultado del aplastamiento ejercido por la montaña y las vías ha conseguido que hoy miremos esa zona con el mismo asombro con la que nuestros antepasados miraron el avance urbanístico más allá del cementerio que ahora ocupa el colegio Salesiano.
Desde la pasada semana hemos podido disfrutar de este espacio que además ofrece una solución al estrangulado paso con destino a colegios e institutos y con horarios puntuales. La nueva distribución abre unas calles paralelas a las vías del tren, rotonda incluida, que facilitan la circulación Sur de nuestra ciudad, hasta la calle de la Virgen. Y aunque queda por solucionar tanto el tránsito durante los días de Mercado, como los puntos negros que presentan las intersecciones de la calle San Isidro, creo que desde el mismo momento en que se abrió al tráfico deben de haberse hecho notar las ventajas que ofrece.
En cuanto a los parques infantiles habría que quitarse el sombrero. Desde la Avenida de la Constitución accedemos a un grupo de juegos destinado a niños y niñas mayores que da paso a otro para uso del conjunto más pequeño y finaliza con una zona de columpios de diseño simétrico que apuesta por evitar las colas ante los diferentes juegos. Un acierto este conjunto de parques con dos únicas objeciones: la evolución del ajardinamiento (queda por probar la efectividad del arbolado a pleno sol); y la apuesta por la cubrición con arena en las zonas de juego, de dudosa efectividad al amortiguar caídas si se endurece la arena por un lado, y bastante sucia (sobre todo en el tejido del chándal del Colegio de la Encarnación, constato). En resumen tengo que reconocer que a primera vista me ha conquistado esta zona sin nombre.
El punto negativo lo marca el nuevo Parque del País Valenciano. Ya advertimos acerca del conflicto entre estética y practicidad: la armonía del parque con esas divisiones entre la arena, las piedras y la hierba frente a lo peligroso que resultaban las sutiles separaciones entre ellas. Pocas semanas después el resultado es desastroso: las piedrecillas están esparcidas por todo el parque. Se requiere un llamamiento al civismo, por supuesto. Pero también un llamamiento a la coherencia del equipo de diseño que debería haber presupuesto el grupo destinatario y el uso del espacio.