El picaporte de Durán
Abandonad toda esperanza, salmo 89º
Parece que han transcurrido siglos (aunque él diría que ha sido un abrir y cerrar de ojos) desde la primera vez que les hablé de Luis Durán. Entonces les recomendé Nuestro verdadero nombre, la primera obra suya que tuve la fortuna de leer, y que desde luego no iba a ser la última. Mis vaticinios se han confirmado, y el autor guipuzcoano es a día de hoy un valor consolidado en el panorama de la historieta española actual, y cuyo nombre vuelvo a sacar a colación porque no puedo menos que recomendarles con entusiasmo sus dos últimas creaciones.
A finales del año pasado veía la luz El viaje de Gasparetto, una de sus obras más breves: en apenas ochenta y cinco páginas se nos cuenta la historia de Vincenzo y Luchino, dos periodistas que viajan de la ruidosa Roma a la tranquila Mesana para entrevistar a un popular sujeto que dice estar en contacto con una civilización extraterrestre. Allí la vida del primero, un fotógrafo con problemas con la disciplina y el alcohol a partes iguales, cambiará para siempre.
Influido por la narrativa del boom latinoamericano, de Julio Cortázar a Gabriel García Márquez, Durán presenta una galería de personajes entrañables, de la atractiva Nora a su madre, que pasa el tiempo pintando algo que podría ser un extraterrestre o un simple monigote, sin olvidar a ese cartero que se encarga de escribir las cartas que reparte. Y por encima de todos está Gasparetto, figura a partir de la cual Durán pone de manifiesto la estrecha línea que separa lo real de lo imaginario, lo auténtico y lo aparente: un iluminado o un loco, siempre acompañado de una manzana que hay que barnizar para que salga bien en las fotos.
Si esta obra, de final abierto, es una pequeña pieza de cámara, una delicada filigrana, apenas unos meses después y demostrando que Durán vive un momento de gran inspiración se ha publicado Volátil. Es este su libro más extenso hasta la fecha, doscientas cuarenta y cinco páginas repletas de historias dentro de historias, al más puro estilo de su autor, todo un experto ya en esto de las muñecas rusas de la narrativa.
Volátil es la historia de Tobías, un joven que tras terminar los estudios universitarios pasa las vacaciones estivales en la mansión de sus tíos: allí vuelve a encontrarse con unas runas antiquísimas, que apenas recordaba, y en ellas encuentra inspiración para escribir una novela de aventuras...
A partir de ambas historias, la de Tobías y la de Audum, el esclavo vikingo, Durán construye una reflexión sobre la creación literaria vista como un proceso alquímico, en una narración cargada de reminiscencias a cuentos populares y a la obra de autores como Blake, Borges o Edgar Allan Poe, así como de símbolos, como ese picaporte que abre la puerta al futuro, un futuro que en el caso del protagonista (y de los lectores de Durán, y de Durán mismo) se forjará, entre otros materiales, con el del que están hechas las leyendas. Y ténganlo presente: leer a Durán, como leer a muchos clásicos de la literatura, nos hace afortunados.
El viaje de Gasparetto y Volátil están editados por Dolmen y Edicions de Ponent respectivamente.