El primer noir
Abandonad toda esperanza, salmo 570º
Volver a la realidad después de asistir a unas jornadas culturales de gran interés -cuando no las organizas tú mismo y por tanto te las puedes tomar en plan vacacional, claro- siempre resulta una experiencia difícil; muy especialmente cuando, como en el caso de Bruma Negra, dejas atrás una localidad tan estupenda como Plentzia y su temperatura ideal (¡desayunando con manga larga en verano, amigos!) y vuelves a los eternos treinta grados y pico de Alicante que hacen las delicias, entiéndase la ironía, de villeneros como Antonio Sempere o el que esto suscribe. Pero qué le vamos a hacer: es lo que hay, y siempre podremos combatir el calor encerrándonos en casa con aire acondicionado o un buen ventilador... y con alguna lectura apetecible a mano.
En esta ocasión voy a recomendarles un par de títulos al hilo de lo que se habló en la mesa redonda en la que participé durante la quinta edición de Bruma Negra. En la misma se suponía que el escritor Carlos Bassas del Rey -que sustituía a Jesús Lens, quien escribió conmigo aquel libro de cine que todavía pueden encontrar en la red (ahí dejo caer la cuña publicitaria)- iba a desgranar los secretos de los primeros clásicos del cine negro; mi buen amigo Jokin Ibáñez iba a hacer lo propio con las manifestaciones más tempranas de la novela hard boiled; y a mí me tocaba en suerte hablar de los más antiguos cómics del género. Pero al final todo fue un batiburrillo donde nos pisamos los discursos entre nosotros -vaya, lo que ocurre en una mesa redonda cuando sale bien- y en el que hablamos sobre todo de cine... como suele pasar también en todos los saraos especializados en el género policíaco. Y es que la gran mayoría de los interesados en el mismo entramos en él a través de la fascinación que nos provocaron aquellas películas clásicas de la Warner y la RKO, aquellos filmes dirigidos por John Huston o Howard Hawks y protagonizados por James Cagney, Humphrey Bogart o Robert Mitchum. Y pese al fin de la era dorada del film noir (que probablemente clausuró Orson Welles, que era muy de poner punto y final a las cosas, con Sed de mal) seguimos encandilados década tras década cuando surgen joyas como Chinatown, Los intocables de Elliot Ness, Uno de los nuestros, Heat, Sospechosos habituales, L.A. Confidential, No es país para viejos... y así hasta Comanchería; o sea, hasta nuestros días.
Pero vayamos con las lecturas de las que hablamos en la mesa redonda, al hilo de lo cual tengo que confesar que hasta hace bien poco todavía no había leído (de forma completa y rigurosa, al menos) a Raymond Chandler: siendo como soy más bien seguidor de la vertiente fría y austera del otro padre del género, Dashiell Hammett, y de su hijo Jim Thompson y su nieto James Ellroy, el estilo cuidadoso y profundamente literario -pido perdón por usar el adjetivo en estos términos, pero ustedes me entenderán- de Chandler y su retrato del investigador privado se me hacían muy cuesta arriba en ocasiones. Pero por fin pude leer con sumo placer El sueño eterno, la primera novela protagonizada por el detective Philip Marlowe; un personaje que me parece, con diferencia, el más imitado de la literatura policíaca, más aún que el gran Sherlock Holmes, no digamos ya el Sam Spade de Hammett. Como se ha dicho en más de una ocasión, y tal y como se consideraba el propio autor, Chandler no era un autor de novelas policíacas al uso, sino un autor de dramas literarios con crimen incluido. Siendo esta afirmación todo lo discutible que se quiera, les recomiendo encarecidamente que le den una oportunidad: en sus páginas descubrirán, más allá de la figura del detective tantas veces homenajeado, imitado y/o parodiado, una prosa de muchos quilates. Y ya que estamos metidos en harina, aprovecho para recomendarles también La vida de Raymond Chandler, la biografía escrita por Frank MacShane, traducida (excepcionalmente) por Pilar Giralt y que acaba de recuperar la editorial Alrevés (gracias, Carlos, por el regalo).
Y si durante el encuentro hablamos más de películas que de novelas, no digamos ya de tebeos, que fue el apartado menos tratado en la mesa muy a mi pesar. La razón está muy clara: aunque el cómic de género negro vive uno de sus mejores momentos, la mayoría de los primeros títulos que surgieron en la prensa de los años 30 y 40 resultan prácticamente ilocalizables hoy, y urge por tanto que los proyectos de recuperación de los incunables de la historieta sigan su curso y se acabe recuperando a personajes como Jim Hardy, Dan Dunn, Red Barry o Kerry Drake, además de las tiras de personajes nacidos en el ámbito de la literatura como el citado Holmes, Charlie Chan, Perry Mason o Mike Hammer. Hay excepciones, claro: pueden leerse un par de títulos del gran Alex Raymond, Agente Secreto X-9 y Rip Kirby (el primero, escrito en parte por el mismísimo Hammett, y que ya les recomendé en su día); muchas de las historietas policíacas de EC Comics; y también el título que lo empezó todo: Dick Tracy. Con las aventuras de este policía de Chicago de mandíbula cuadrada, su creador Chester Gould asimiló en 1931 los estilemas de la novela y el cine negros que todavía estaban en fase de gestación y dio el pistoletazo de salida al cómic de género negro. Por tanto, sí hablamos un poco de Gould y su luchador contra el crimen; y también estuve a punto de entrar en otro título fundamental y disponible, el Spirit de Will Eisner, pero cuando me disponía a ello el moderador de la mesa, y a la sazón coordinador de las jornadas, Juan Mari Barasorda, nos avisó de que nos habíamos pasado del tiempo estimado. Como siempre que una mesa redonda sale bien, insisto.
Bruma Negra V se celebró el 23 y 24 de junio de 2017 en Plentzia; El sueño eterno (y el resto de novelas de Raymond Chandler), La vida de Raymond Chandler y Dick Tracy están editados por Alianza, Alrevés y Norma respectivamente.