Apaga y vámonos

El que no se consuela es porque no quiere

Ahora que ya se ha confirmado la composición del nuevo equipo de gobierno, es hora de alertar a sus integrantes. Gobernar, tras haber recibido el apoyo de tus vecinos, es sin duda motivo de alegría, ya que supone la culminación de un proyecto personal, de una vocación que en su día te llevó a afiliarte a un partido –o no– con la sincera intención de trabajar por los tuyos.
No obstante, gobernar es también sinónimo de trabajar mucho, y eso significa quitarles horas a los tuyos. Dentro de algún tiempo preguntaré a nuestro nuevo alcalde, Javier Esquembre, qué opina de la semana laboral de 35 horas, porque si no me fallan las cuentas sus nuevas responsabilidades van a quitarle entre 70 y 80 horas a la semana, con suerte, pues por aquello de la novedad no habrá asociación que se precie –festera, deportiva, cultural…– que no quiera contar con la presencia de la nueva Corporación en sus respectivos saraos, que en una ciudad del dinamismo social de Villena son muchos y variados, como bien pronto descubrirá mi estimada Isabel, la nueva edil de Cultura y Fiestas.

Igualmente, muchos de nuestros nuevos gobernantes van a pasar del agradecido anonimato de sus respectivos trabajos a la más absoluta exposición pública, y eso hay que saber digerirlo, que no es lo mismo estar tranquilo en tu casa y lidiar con un cliente enfadado que tener que dar la cara a diario sabiendo que desde ya habrá más de uno afilando el cuchillo para soltar un tajo llegada la ocasión. Y si no llega, alguno se la inventará, que nadie lo dude.

Por eso, conviene tener los pies en el suelo y no perder de vista lo que se pierde al ganar. Y por la misma regla de tres, y también porque el que no se consuela es porque no quiere, me consta que más de uno ha suspirado de alivio al recapitular y darse cuenta de lo que se gana al perder: horas libres para dedicar a sus familiares, amigos y aficiones; tranquilidad para afrontar la vida de otra manera, sin lugar a dudas más relajada, ya que no habrá que estar pendiente de las repercusiones que puedan tener todas y cada una de tus intervenciones, ya sea ante un micro o en la barra del bar donde tomas café; alivio al saber la pesada carga que te has quitado de los hombros, porque no es lo mismo tomar una decisión que te afecta a ti y a los tuyos que hacerlo sabiendo que de ella depende el futuro de más de 35.000 paisanos.

En definitiva, que más se perdió en Cuba, señora. Y que la nueva situación –para unos y otros– no es más que la lógica alternancia de un sistema democrático, algo que todo cargo público debería tener claro desde el mismo día en que decide lanzarse a la piscina política. Y es que, al fin y al cabo, concejal, alcalde o ministro no son más que eventuales discontinuos.

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