El Señor de los Frikis
Abandonad toda esperanza, salmo 12º
El devenir del término anglosajón freak ("rareza") ha resultado ser de lo más curioso, pasando de designar a los cruelmente llamados monstruos de feria -con la película Freaks (La parada de los monstruos) de Tod Browning, como más recordado referente- a referirse a otro tipo de rarezas, esos individuos de extraño comportamiento que pueblan los late night televisivos, tipo Crónicas Marcianas.
Pero aún hay otro tipo de freaks (hispanizado, friquis o frikis, a la espera de que la RAE se decida a recogerlo en su Diccionario): aquellos aficionados a manifestaciones culturales consideradas por los popes más conservadores de la intelectualidad como menores: todo lo relacionado con lo fantástico, ya se manifieste a través de la literatura o los videojuegos, el cine o los juegos de rol.
Estos frikis, a diferencia de las atracciones de feria, que solían vivir explotados y reducidos a una humillante condición de espectáculo cruel, toman la etiqueta como propia y se sienten orgullosos de su condición, agrupándose en pandillas de semejantes y haciendo ostentación de la misma mediante camisetas, colgantes y chapas, esas que tan de moda estuvieron en los 80 y que ahora se recuperan, sustituyendo la inmediatez por la nostalgia por lo retro. Así es fácil ver hoy en una mochila el smiley del acid house, si bien ahora salpicado de sangre, como en el genial cómic Watchmen de Alan Moore.
Si hay un director de cine que ha hecho de su condición de freak una marca de fábrica, ese es Tim Burton. Como explican David G. Panadero y Miguel A. Parra en su reciente y muy recomendable estudio sobre el cineasta, Burton fue desde pequeño el típico niño raro que no tenía demasiados amigos y se refugiaba en sus fantasías. Hoy día, su cine es una celebración de lo extraño y lo anormal frente a lo que llamamos, muchas veces con poca capacidad de autocrítica, "lo normal".
Ahora puede verse en los cines su último trabajo, la estupenda La novia cadáver, donde los muertos tienen mejor color que los propios vivos, y que confirma lo expuesto en dicho estudio: Burton ha conseguido hacer de su particular forma de ser no ya un arte (que lo es, y mucho), sino también un negocio: no hay adolescente siniestra que se precie si no tiene el rostro de Jack Skellington en su bolso o la pareja de enamorados de La novia cadáver en las estanterías de su dormitorio, junto a los cómics de Neil Gaiman o los discos de Evanescence.
¿Quieres ser cool? Hazte friki. Yo ya tengo mi chapa.
Tim Burton. Diario de un soñador de David G. Panadero y Miguel A. Parra está editado por Ediciones Jaguar (2005); La novia cadáver se proyecta en cines de toda España.