El síndrome de esto es el colmo
Me hubiera gustado que el titular fuera una ocurrencia original e inédita, pero reconozco que ya ha sido utilizado en otros artículos de opinión publicados con anterioridad en medios latinos. En cualquier caso, la frase sirve para ofrecer una reinterpretación, no exenta de ironía, sobre algunos asuntos de la actualidad municipal, empezando por el supuesto secuestro del Ayuntamiento.
El síndrome de Estocolmo es un término acuñado en 1973 para definir la respuesta psicológica de una víctima de cualquier forma de abuso, como la privación de libertad, que provoca una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con el abusador. El origen se encuentra en la sorprendente reacción de cuatro personas que, una vez liberadas tras ser retenidas durante el atraco a un banco de la capital sueca, se negaron a colaborar con la policía y a declarar contra el delincuente.
El concejal de Personal se refirió hace unos días al hecho de que las Administraciones locales vivían secuestradas por las normativas del Gobierno estatal. Unas declaraciones que, recurriendo a la hipérbole y a la metáfora, intentaban explicar claramente las limitaciones y las restricciones que sufren los ayuntamientos al conformar sus plantillas y poder ofertar empleo público. Una actitud beligerante y nada condescendiente contra los presuntos abusadores populares.
El edil acierta cuando afirma que las políticas neoliberales de Rajoy y Montoro tienen la intención de vaciar la administración local de personal y favorecer a la empresa privada. Pero se olvida, quizá debido a la memoria selectiva provocada por el trauma, que esas mismas medidas fiscales han permitido, a través del plan de pago a proveedores, solucionar un problema acuciante para los autónomos, los profesionales y los empresarios que soportaban incertidumbres, deudas y facturas pendientes a lo largo de interminables meses.
Los Verdes presumen ahora del pago casi inmediato a los proveedores municipales, argumentando que de este modo ayudan a crear y mantener el empleo, apropiándose del mérito y considerándolo un ejemplo de gestión eficiente que han sabido rentabilizar también en las urnas. Por otro lado, se niegan a reconocer que en algo o en mucho debe haber contribuido el Ministerio de Hacienda que tanto critican y denuestan, con razón, para otras cosas.
Así pues, el síndrome de esto es el colmo consiste en atribuirse de una manera parcial e interesada las ventajas que se derivan de un posible abuso político, mientras se culpa con cierta demagogia solo de los efectos perniciosos e indeseados a la Administración competente y responsable que ha tomado la iniciativa. Con esto no pretendo ejercer de abogado del diablo, pues el Partido Popular y sus actuaciones no me despiertan ninguna simpatía, parafraseando la canción Sympathy for the Devil de los Rolling Stones.
Por supuesto, no dudo de que los esfuerzos serios y rigurosos llevados a cabo para cuadrar gastos e ingresos en las distintas concejalías durante la pasada y la presente legislatura son determinantes a la hora de sanear el erario del Ayuntamiento. Aunque, en este sentido, haya otros factores ajenos al ámbito local que puedan beneficiar o perjudicar. Y será oportuno tenerlo en cuenta. De hecho, el presupuesto que está en vigor es el prorrogado del anterior tripartito, pues el de los Verdes está todavía en periodo de exposición pública tras su reciente aprobación en Pleno solo con sus votos. Por cierto, un inexplicable retraso debido a causas ajenas a la voluntad del equipo de gobierno.