Cartas al Director

El tiempo es oro (Carta al director)

No se me ocurre otra forma mejor para ilustrar el supremo acontecimiento de la vuelta al redil protagonizado por los concejales revoltosos y las concejalas revoltosas, así como el alborozo generalizado por los oficiales con la Alcaldesa a la cabeza, que hacer mención al boxeo, disciplina que algunos llaman deporte.
Bien, la cosa es que, como todo el mundo sabe, el boxeo es un “deporte” en el que un señor se lía a mamporros con otro señor, ambos contendientes hacen lo posible e imposible para dar y no recibir, siendo que de esta manera se podrá ganar el combate. El triunfo puede ser por descalificación del contrario, por KO o por puntos; pero en el transcurso de la paliza uno de los boxeadores puede propinarle tal puñetazo al otro capaz de llevarlo a la lona; es en este instante que el árbitro le cuenta hasta diez y si no logra recuperar el tipo, pues queda eliminado. Bien, bien.

Nuestros queridos concejales, los de uno y otro bando, han disputado un combate que a la ciudadanía ha tenido entretenida, golpes por aquí, golpes por allá, lágrimas, baile de posiciones, cuerpo a cuerpo, amagar y no dar, dar sin amagar, miradas de odio y de rabia, golpes bajos…, y en el último instante del asalto, arrodillados, sin aliento, con la mirada perdida… y la cuenta por nueve, a punto del fatídico “diez”: ¡salvados por la campana!. ¡Albricias, vivas, milagro! ¡Combate nulo!, cada uno a su rincón, el espectáculo ha terminado; el público se retira entusiasmado, la función ha colmado sus aspiraciones. Un mundo feliz y duradero se abre ante nuestros ojos y las doce cuerdas sólo será un mal sueño –pesadilla–, ahora toca refundar la armonía y la comprensión mutua: el cariño verdadero ni se compra ni se vende.

Pero, en este mundo idílico, venturoso, de fábula, en Babia… el mal acecha. ¿Será verdad todo lo acontecido? ¿Habremos sufrido una alucinación? ¿Acaso el Ayuntamiento esta habitado por “Los Otros”? ¿O usted y yo somos “Los Otros”?. Preguntas éstas que tratan de indagar en la naturalaza del misterio insondable de un acuerdo in extremis. Nuestro querido equipo de gobierno del Partido Popular de Villena, contribuyendo enormemente a la investigación, ha actuado como conejillo de indias para demostrar lo que es un femtosegundo: la milbillonésima parte de un segundo; es decir un tiempo en el que los expertos tratan de ver las reacciones químicas en el momento exacto que se producen. O sea que el sr. Costa, el trajeado sin causa, se nos ha mostrado como el dr. Bacterio, que ha sido capaz de intervenir en el instante mismo de la colisión de intereses.

¡Magnífico, sensacional! De verdad que me congratula que el PP villenero contribuya tan eficazmente al adelanto de la Ciencia. Pero, pero… si esto no se arregla, Dios y el Firmamento no lo quieran, aún podemos albergar esperanzas ya que en Ginebra –ciudad, no gin– se encuentra el acelerador de partículas más grande del mundo, chisme que puede ayudar a poner en forma alguna concejalía, y conste que lo de partículas no va con segundas. Más que nada porque hay partículas y partículos.

Pero, insisto, el maligno, que no descansa, puede sembrar la enemistad otra vez. ¿Nos veríamos de nuevo en el ring? Nada me gustaría más que el próximo asalto, Dios y las Estrellas no lo quieran, se llevase a cabo en el Monumento Plurifuncional –que algunos iletrados llaman plaza de toros–, ya que al ser un lugar de encuentro, de opciones varias, de “eventos” –qué palabra más mona– múltiples y distintos, sería el lugar idóneo para el enfrentamiento. ¡Qué bonito!, los concejales de uno y otro bando compitiendo, luchando por Villena, para Villena, de Villena, con Villena. Sería estupendo, insuperable, aunque Dios y todos los Santos no lo quieran. Sucede que mientras tanto, lo que se llama ciudadanía ni está ni se le espera, además aguanta lo que le echen. Y es que los ritmos cercanos que ya se oyen por lontananza parecen emular a los cantos de sirenas que estuvieron a punto de condenar a Ulises. Hombres y mujeres que, guiados por las notas sublimes, se disponen a la catarsis colectiva.

Llegamos poco a poco al final de esta bufonada –les aconsejo que lean la estupenda columna de Aureliano Buendía, “El precio de la dignidad”, en El Periódico de Villena nº 190–. He de decir, para terminar, que molesta un poco adivinar que el combate estaba amañado –tongo, lo llaman–. Molesta, pero poco, que no están las cosas como para derrochar molestia, no vaya a ser que el futuro próximo nos depare más sorpresas y nos coja sin molestia alguna, ni ganas de quejarnos. Lo dicho, el tiempo es oro, y aquí el que no corre, vuela. ¿Se acuerda del femtosegundo? ¡Vaya tela!

Fdo. Francisco Tomás Díaz

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