Abandonad toda esperanza

El trío fantástico

Abandonad toda esperanza, salmo 566º
Mientras propuestas insuficientes como Ghost in the Shell o naderías como Nunca digas su nombre llegan a nuestros cines de forma masiva, otras muestras interesantes del cine fantástico reciente no corren la misma suerte: algunas, como Spring, se distribuyen directamente en el circuito doméstico; otras, como A Dark Song o The Void, ni siquiera optan a esta última modalidad y siguen inéditas por el momento en cualquier mercado nacional. Afortunadamente, un premio importante en un festival de renombre o, más aún, un éxito de taquilla arrollador en su país de origen, todavía son garantía suficiente para que una distribuidora patria apueste por un film... fantástico o no.

Un buen ejemplo del primer caso es Personal Shopper, que le valió a Olivier Assayas el galardón al mejor director en el Festival de Cannes del año pasado, y que demuestra una vez más lo maleables que son las fronteras del género. El francés, cuya anterior cinta fue Viaje a Sils Maria, retoma de ella a su nueva musa, Kristen Stewart, y la sumerge en un relato con tintes decididamente más fantásticos que el de otras aproximaciones suyas al género, caso de las fascinantes Demonlover e Irma Vep. En la cinta que nos ocupa, la actriz -una celebridad gracias a la saga Crepúsculo- encarna a la asistente personal de una modelo que no disfruta con su trabajo pero que tiene otros intereses al margen: particularmente, el mundo del más allá al que parece poder acceder gracias a su condición de médium. Tengo que reconocer que en un primer momento no entré en lo que nos propone Assayas, a pesar de partir de un contraste tan prometedor como el que se establece entre el mundo actual gobernado por la tecnología (el móvil de la protagonista juega un papel fundamental en el relato) y donde las personas ejercen empleos que hace apenas una década ni siquiera existían (sin ir más lejos, el que da título al film), y el mundo de los muertos y el interés por lo sobrenatural, que ha preocupado desde siempre al ser humano y al que el desarrollo de la ciencia y la industria no ha logrado arrinconar del todo. Pero conforme pasa el tiempo la película va ganando enteros en el recuerdo, lo que me hace pensar que una futura revisión quizá la sitúe en un puesto entre el cine fantástico reciente más distinguido que el que ahora mismo le otorgaría.

Todo lo contrario me sucede con Déjame salir, la última sensación del cine de terror reciente, que ha arrasado en las taquillas de Estados Unidos convirtiéndose en una de las películas más rentables de los últimos años. Con ella debuta en la dirección Jordan Peele, y creo que ha sido la condición de actor cómico de este la que ha llevado a algunos espectadores a considerar que su película es una mezcla de terror y comedia, más todavía que los apuntes pretendidamente graciosos del relato, en realidad concentrados en un personaje secundario a mi parecer metido con calzador en la historia. Todo ello no quita para que la película tenga algunas escenas muy conseguidas e incluso un par de ideas brillantes, así como algunas interpretaciones dignas de mención: es el caso del protagonista Daniel Kaluuya, sobre cuyos hombros descansa la responsabilidad de que la cinta resulte creíble y por tanto acabe funcionando; o de Allison Williams (la gran revelación del film) y la inquietante Betty Gabriel. Pero de ahí a considerarla una obra maestra del género a la altura de La bruja o It Follows (cinta esta con la que se le ha comparado por ciertas similitudes entre sus respectivas secuencias iniciales), va un mundo. No obstante, no quiero que se me entienda mal: vale la pena verla, más aún cuando en un año como este el tema del racismo ha sido tratado también en filmes tan estimables como El nacimiento de una nación, Loving o la oscarizada Moonlight. Eso sí: véase, a poder ser, con unas expectativas realistas.

La que no ha necesitado de premios ni cifras de taquilla estratosféricas para llegar a los cines es Alien: Covenant. Para el caso ni siquiera ha contado que la dirija un cineasta de éxito (casi siempre) y prestigio (a veces) como Ridley Scott: podríamos haberla dirigido cualquiera de ustedes o yo mismo, que el hecho de pertenecer a una de las sagas más rentables del cine fantástico reciente habría sido mérito más que suficiente como para llegar a las salas de todo el mundo con una cantidad de copias inmensa. Y yo que me alegro, porque (y les aviso que soy de los pocos que piensa así) me parece que esta nueva aportación de Scott a la saga que inició él mismo en 1979 con Alien, el octavo pasajero no solo no desmerece a las primeras (y mejores) entregas de la serie, sino que está a la altura o incluso supera al resto de títulos de la misma. Por cierto: lo mismo pensé de la anterior Prometheus, y me reafirmo en mi opinión tras haberla revisado recientemente de cara a ver esta. Volviendo a este nuevo capítulo, obviamente no estamos ante una obra maestra del calibre del Alien original, a mi parecer una de las películas más redondas y perfectas de la historia del cine en términos artísticos y técnicos, al margen de cualquier consideración de naturaleza genérica o presupuestaria. Pero si dejamos a un lado la tendencia actual de polarizar la recepción de los estrenos (al parecer, toda película ha de ser una perfecta maravilla o una basura infecta, sin término medio) y nos fijamos con atención en la nueva propuesta de Scott, descubriremos que -además de resultar entretenida y por momentos brillante- su discurso conecta a la perfección con el de la saga: una visión pesimista y desoladora de la condición humana, cuyas carencias y defectos provocan que el hombre albergue en sí mismo la génesis de su fin.

Como ven, el menú de hoy -para cuyo título me permito robar el de un clásico silente del gran Tod Browning- está compuesto por tres platos que pueden degustarse ahora mismo en los cines. No obstante, la joya del fantastique contemporáneo, la más atrevida, emocionante e irreverente, no se halla en los cines sino en la televisión. Me refiero, claro, al regreso de Twin Peaks por la puerta grande, en un arriesgado ejercicio de antinostalgia que deja en mantillas al 95% de la ficción televisiva de las dos últimas décadas. Pero como es muy osado aventurarse a emitir un juicio de tal calibre con solo cuatro episodios emitidos (de un total de dieciocho), me esperaré a que esta tercera temporada termine allá por septiembre para, estoy seguro, volver a decirles lo mismo.

Personal Shopper, Déjame salir y Alien: Covenant se proyectan en cines de toda España; Twin Peaks (2017) está disponible en Movistar+.

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