Cultura

El Ulises de Bambalina

Casi podría decir que el pasado domingo iniciaba una nueva etapa cuando acudí a la Casa de Cultura a ver una obra de teatro infantil. Y digo etapa porque en adelante mi asistencia a estos espectáculos irá en aumento, tanto para disfrute propio como del Señor S., cuyos casi cuatro años ya requieren de tales entretenimientos. Porque en el fondo cualquiera siente que vivencias como las que proporciona un espectáculo teatral son importantes para unas personitas que conviven demasiado tiempo con leds y rayos catódicos.
Quizás el Ulises de Bambalina no fuera la propuesta más indicada para tan corta edad, la Compañía marcaba seis años como edad mínima recomendada, pero aún así la experiencia es tan rica que si la criatura es capaz de guardar silencio, no moverse demasiado y prestar un poco de atención al escenario, seguro que merecerá la pena el sugerente universo al que sólo el teatro es capaz de transportarle. Más si cabe cuando hablamos de una compañía como Bambalina, con años de experiencia en la creación de espectáculos, en la confección de títeres, escenografías y espacios, y en la concepción escénica. Bambalina es una apuesta segura, teatralmente hablando. Y en sus trabajos se transmite, y se aprecia por tanto, el verdadero juego teatral, ese que cuenta con el espectador para establecer y romper las convenciones: donde los actores que manipulan los elementos son actores que expresan tanto las emociones de los personajes como sus propias impresiones sobre el transcurso de los acontecimientos.

Igualmente la factura –el acabado– de los elementos del espectáculo está minuciosamente cuidado: vestuario, escudos, arquitecturas, se elaboran partiendo de la correspondencia de los modelos históricos. Tal y como se corresponde la dramaturgia al texto que narra las aventuras de Ulises. Motivos que nos llevan a opinar que se trata de un trabajo elegante y oportuno (en cuanto a la transmisión de la mitología universal) que quizás, por poner alguna pega, requiere de un trabajo previo o posterior con ese público infantil alejado de los grandes clásicos. Un trabajo que no pertenece a la compañía, pero que sería necesario para el conocimiento de estos periplos que la mitología griega nos ha legado para disfrute y aprovechamiento. Buen juego, en definitiva, sobre el escenario en cuanto al trabajo actoral y al uso de recursos. Tan acertado como para desarrollar todo el trabajo sin necesidad de utilizar un lenguaje elaborado: los actores hablaban una lengua inventada que funcionaba por su expresividad.

Volveremos a la Casa de Cultura con la esperanza de seguir encontrando en el incómodo Salón de Actos, más espectáculos en vivo y en 3D que nos sugieran esos espacios donde sólo nuestra imaginación nos puede llevar. Por cierto, la sala estaba casi llena, así que no se despisten en el próximo encuentro.

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