Cultura

El último de los Dos

O no. O sí. Pero la sensación queda. Tuvo que ser en soledad, resultado de las reflexiones sugeridas por una taza de Earl Grey y la suave música que Toni vuelve a ofrecer tras el verano en su Tetería Yerbabuena (me disculpen la publicidad “encubierta” pero así es cómo un servidor se gana los líquidos).
Tuvo que ser en la reflexiva soledad donde descubrí que son ya dos años los que venimos gastando tinta sobre los presentes papeles. Papeles de agradable blancura e idónea consistencia, diré también, querido director. Dos años dan para una exclamación al menos: ¡Dos años! Dos años y ningún Jaguar esperándome en la puerta de la redacción para llevarme a casa, diré también querido señor Prats. ¡Dos años! Dos años encontrándoos también por la calle o en los bares y aguantándoos bromas, aclaraciones, sugerencias temáticas o de estilo (que no se os puede comer a primera vista, que estáis en todo). ¡Dos años! Y no son nada, dos años, aunque hayan caído en la batalla algunos de los que respetamos (a unos más a otros menos) como el Campmany de Aureliano, mi Haro Tecglen o el Umbral de… seguro que alguien tendría. También cayó el pequeño AFD, pero no echaremos más sal al asunto porque no fue caída sino deserción.

En cualquier caso son muchas las plumas, así de cursi lo escribo, que con grandeza han pasado o transitan por esta casa. No citar nombres es una propuesta que me hago para no caer en la descripción rápida o la opinión personal. Tendría si lo hiciera que regalar cumplidos incluso al que queda frente a mi retrato al cerrar el periódico, y lo tendría que hacer por honestidad, no por cortesía, y eso es algo que me abstengo a regalar; como tampoco lo haré, quién sabe si por amor u odio, con otras secciones como La Gente de Valdés… ¡Dos años! Dos años viviendo la duda de la entrega del trabajo a la rotativa en el momento oportuno debido a asuntos de última hora que confirman que la vida continúa pese a que la “actualidad” tarde algunas horas en aparecer impresa. ¡Dos años! Vaya. Tiempo navegado. Entre olas inesperadas, ficticias, que pretendían que el trabajo que aquí se realiza perteneciera a un bando u a otro; olas que se rompieron antes o después contra esta potente quilla. ¡Dos años! Y uno continuando aquí, con mejores o peores ideas, sin ideas incluso, dando razones y motivos que quizás el maldito tiempo aplaudirá u obligará a reelaborar. ¡Dos años! Sí, dos años habitando en estos dos espacios que alternan la vida de perros con los días felices. Dos años acudiendo puntual a unos rincones donde ha merecido la pena acudir ante todo porque la propuesta para habitarlos partía de la mejor invitación: la de vivirlos con responsabilidad propia y con libertad.

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