Literatura

«El viaje» (Concurso de Relatos Breves San Valentín 2013)

El tren acaba de llegar a la estación de Francia de Barcelona. La chica baja los peldaños del vagón y se dirige a la puerta de entrada para coger un taxi. No hay ninguno disponible, por lo que espera durante unos minutos mientras rebobina los días de estancia en la costa Francesa.
Son las nueve de la mañana y aún estoy en la estación esperando llegue el taxi que me lleve a casa. Lo primero que haré será deshacer la maleta y sacar toda la ropa que llevé en esta aventura de viaje, ese viaje que hemos mantenido en secreto como cuestión de trabajo. Abriré la cremallera y colgaré en el armario las sensaciones que me invadieron, los trajes que me llenaron de luz, las palabras que cosiste como ojales, los sentimientos que derramaste en cada una de las prendas que me puse. Una a una las colocaré en fila y bien ordenadas cronológicamente, para poder de nuevo revivir los segundos que llevaron a sentirme la mejor mujer del mundo. No sé si tendré suficiente hueco para almacenarlos todos o deberé hacer reformas en casa, que no me importan, pues no quiero dejar volar a ninguna de las sensaciones derramadas a tu lado.

No obstante mientras espero ordeno en mi mente los sucesos que me evadieron del mundo para que no se me escape ninguno. El día que cenamos en aquel paraje fabuloso, con mi cuerpo cubierto de pétalos de rosa, o de la noche que anduvimos perdidos entre las calles de barrio marginal y me besaste locamente escondiéndonos entre las callejuelas donde disfrutemos en la penumbra de un éxtasis sublime. De allí salimos corriendo como almas juveniles, en plena efervescencia hormonal hasta llegar al hotel de tres estrellas. En el transcurso cogiste una para mí, la otra la llevaste colgada en tu pecho, y la tercera la reservaste para decirme que debíamos de volver a repetir este encuentro, que no fuera fugaz. Una vez allí deshice al completo la maleta y dejándome llevar por la sensualidad desvestí mi cuerpo para cubrirlo con tu piel. Rendido en mis brazos caíste, yo me abandoné en cada pliegue, subiendo a la meseta de tus deseos. Desde allí pude contemplar el horizonte, el alba y el crepúsculo. Viajé como nunca antes.

Mi cuerpo se estremece recordándolo, aun corriendo el aire frío que viene de las montañas esperando al taxi, me sofoco. Desabrocho un par de botones del abrigo y recojo el pelo intentando mantenerme en calma. Inspiro suave notando como el aire me entra en los pulmones, igual que cuando jadeábamos besándonos, igual a esa ternura que salía de tu boca embriagándome, empapando el corsé.

Las sábanas replegadas ondearon lascivas insuflando ese devenir único que nos atrapó, sintiéndonos barcos navegar por aguas bravas, revueltas de deseos. Y como remeros fuimos tangibles anudando las manos, nadando como sirenas, revoloteando entre flores frescas y lluvia púrpura.

La maleta la tengo bien asida, no vaya y se me escape, y con ella todos estos buenos recuerdos que llevo en su interior. Sin desprenderme de ninguno la miro complaciente, con una sonrisa plácida, y levanto la cabeza viendo llegar el taxi a lo lejos, dos semáforos más allá. Me invade de nuevo la misma sensación al verlo venir. Ese cosquilleo en el estómago, del primer día, cuando lo cogí y tú galante me esperaste en el tercer escalón de la estación. A partir de ese día partimos en el tren del deseo.

Llega el taxi. El conductor se baja y ella empujando la maleta accede al maletero. Se sienta en la parte trasera apoyando la cabeza en el asiento.

Comienza a desvestir sus sueños vestidos de rojo satén, se pinta de carmín los labios soltándose la melena. Pura sensualidad le brota de las mejillas, mientras le dice al taxista la dirección. Sabe que la vuelta será especial, y que muy pronto el nuevo billete se lo encontrará entre los pliegues del camisón, entre los escotes de la ropa interior, y los tirantes de sus mejores vestidos. Cuando llega a casa abre casi eufórica la maleta y el aroma de las prendas le invade hasta embriagarla. Ha cumplido su sueño, va camino de la felicidad. Espera el próximo viaje.

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