Deportes

El villenero “Miguelón” en el Medio Ironman de Elche 2014 (una crónica muy especial)

Todo comienza en la pasada edición del triatlón de Elche (medio IRONMAN 2013), donde fui con mi amigo y compañero de equipo X-Sipu Team, Ricardo Martínez, a animar a los compañeros del Club Triatlón Villena. Estuvimos con bombos, platillos, cerveza, etc... Este día fue cuando pensé: ¿sería un gran reto que el “Miguelón” estuviera ahí?
Quiero recalcar que yo no había hecho nada de deporte, bueno… intenté jugar a fútbol sala pero no se me daba nada bien, es más, no valía ni para recogepelotas, me tropezaba hasta recogiéndolas… Después de ese pensamiento, mi cabeza empieza a dar vueltas y vueltas al tema, pero no tenía nada claro. Había hecho algún triatlón pero no de esa distancia.

Pasaban los días y el pensamiento salía por la noche en la cama, me lo imaginaba, pero por la mañana se me olvidaba, y así pasaron varios meses...
Todos esos pensamientos estaban ahí pero no salían a la luz, hasta que un 29 de septiembre de 2013, en la comida de recibimiento de mi amigo Ricardo Martínez (llegaba de competir de Marruecos), el tema salió a relucir: “No digas tonterías, eso no lo haces”, “No estas preparao, eso es muy duro”… Pero entre todos esos comentarios y el barullo que ocasionó, mi amigo Adrián (Puxero) levantó la voz y dijo: “¡Que eso no lo haces tu hombreeee!”(y aquí viene lo mejor) “¡Me juego una mariscada a que no lo acabas!”. Ahí lo siento, pero me tocó el apetito, y hubo un apretón de manos con foto incluida.

Aquí comienza la preparación del mayor reto de mi vida (Medio IRONMAN de Elche 2014) con la ayuda de mi “señor Miyagi”, Samuel Martínez. Cada semana me mandaba un entreno, y yo hacia la mitad si llega. Me mandaba correr 5 km, yo hacía 2; 10 km en bici… 8 hacía yo. Así pasaron varios meses (que esto no salga de aquí que “Miyagi” me mata). Empezábamos a coger forma pero no era nada para lo que tenía que venir.

En enero nos dan una mala noticia y es que a mi padre le detectan una enfermedad y tiene que ser operado. Mi mente no estaba para hacer deporte, solo pensaba en él, lógicamente. Pero él me demostró que con fuerza y valentía se puede hacer todo. Salió todo bien y la motivación creció, y mi cabeza solo pensaba en hacer el reto por ellos (mi familia y la mariscada del Puxero).

Ahora es cuando mi cabeza está fuerte, pero mi cuerpo seguía sin estar en forma (y sigue sin estarlo). “Señor Miyagi” seguía mandando el planning todas las semanas y ahora es cuando ya empezaba a hacerlo todo tal y como me ponía, o por lo menos lo intentaba…

Comencé a apuntarme a carreras de pueblos de los alrededores. La primera fue en Sax, 8 km en el casco antiguo, me gustó… Recuerdo que había una cuesta que de casi me toca la barbilla en el suelo de lo “empinᔠque estaba, pero la hice sin problemas con el apoyo de Ricardo, Samuel y sobre todo de María (mi novia). Seguía haciendo carreras, pero hay una que no se me va a olvidar tan fácil. Fue en San Vicente del Raspeig, fuimos algunos miembros del club en bici desde Villena, unos 50 km, y una vez allí participábamos en una carrera de 10 km a pie. Era parte del entrenamiento, tenía que entrenar una transición, decía “Miyagi” (bajar de la bici y salir corriendo). Al finalizar la carrera, la mayoría se volvían en bici pero yo eso no quería hacerlo, no era mi objetivo (y sinceramente eso es de locos), así que quedé con un compañero que fue en coche para volverme con él a Villena. Pues bien, una vez estando allí, me comentó que por motivos (x) no podía volverme con él. Se me cayó el mundo encima. ¿Cómo me voy a volver en bici si me he traído la bebida y comida justa? Pues bien, así lo hice, volví en bici con lo puesto, eso sí, parecía que nunca iba a llegar. Mis piernas no respondían, pero fuimos “chino chano chino chano” hasta llegar a Villena, cosa que hice gracias a la enorme ayuda que recibí de Samuel, José Pedro y Juan David, que me empujaban en las cuestas. Fue un gran entreno, me decían los compañeros, pero yo iba con la lengua de fuera desde que habíamos salido.

Se estaba acercando la fecha del gran reto, fines de semanas sin salir, viendo poco a María, mosqueos incluidos (normal… apenas nos veíamos y mi cabeza solo pensaba en el reto). Aprovecho la ocasión para darle las gracias ahora, ya que sin su apoyo no hubiese sido posible. Todos los entrenamientos los tenía ya más que controlados. Hasta que llegó la hora de entrenar en el mar abierto… ¿Ping? “Si ahí hay de tó. Peces, medusas, bolsas del Mercadona que parecen medusas y acojonan mucho, ¿tenemos que nadar ahí?”. Pues “señor Miyagi” encabezonado, pero yo no hacía mucho caso hasta que me apunte al triatlón de San Javier, donde había que nadar en el mar (750 metros a nado, 20 km bici y 5 corriendo).

No había ido nunca al mar a nadar, estaba acojonao, pero allí estaba yo, con el neopreno, que parecía una morcilla gigante “tó apretao”. Salté el último a nadar y salí el último, estuvo bien, no me adelantó nadie. La verdad que me quitó el miedo del agua. Mi cabeza pensaba “esto está hecho”.
Entramos en la última semana del gran reto. Todo marcha bien, todo controlado, solo que mi cuerpo parecía un grifo abierto… llegue a ir hasta 8 veces al aseo en un día. ¿Eran los nervios? Os aseguro que sí.

El gran día
Llegó el gran día, ya estaban todas las cartas echadas, María me comentaba que no podían venir mi amigos a verme, y yo me comporté como un caballero: “Cari, no pasa nada, el reto es mío y lo voy a lograr”… ¡Un cojón! Yo quería que estuvieran mis amigos allí. No lo sabe nadie, pero me dio un bajón importante. Aún así, pensar en mi familia me hacía levantar cabeza… Y la mariscada, claro, pero al final y por sorpresa todos mis amigos y sus novias estuvieron allí, apoyándome, lo cual me alegró mucho.

7:30 de la mañana. El Miguelón, con el pedazo de neopreno (morcilla gigante) en la orilla de la playa como un clavo, más blanco que la harina. Mirando a mi alrededor vi a todos mis amigos y a María, eso me motiva, pero miraba hacia las boyas donde teníamos que ir y se me quitaba de golpe la motivación. A todo esto otra vez necesitaba ir al WC. No puede ser… algo tenía yo ahí. Pero como un machote, apretaba culo y sacaba pecho.

Dan el pistoletazo de salida, entro al agua como si de un domingo se tratara, con cuidadito que el agua estaba fría y mojándome la nuca. Empiezo a nadar, hasta la segunda boya muy bien, una vez allí se me ocurre mirar hacia atrás, “maemiaaa”. Venía el segundo grupo que había saltado al agua después que el mío, parecían tiburones, todos venían hacia mí. Yo agobiadísimo, y sin pensar me agarré a la boya y me quedé colgado de ella (a todo esto me dijeron después mis amigos que por megafonía dijeron que se había agarrado uno a la boya…). A partir de la segunda boya todo se puso peor: la corriente venía en contra, adelantaba dos metros y la corriente me metía un metro. Mi cabeza estaba muy mal ya y opté por nadar como los perricos, pero para atrás. El chico de la piragua (socorrista) se hacía cruces, no paraba de preguntarme si estaba bien, pero yo sacaba pecho y decía: ¡Claro, de lujo! ¿Nunca habéis nadado así alguna vez? Pues yo nadé 1.000 metros así. A todo esto con las gafas en la frente, agobiado por todo. Por fin, después de una hora y de haberme adelantado todo el mundo, consigo llegar a la orilla. Voy dirección boxes para recoger la bici y me veo a Puxero venir hacia mí, parecía Michael Knight (Vigilantes de la playa).

Empiezo con la bici, veo a toda mi gente apoyándome, salgo con mucha fuerza… ¡Vamos que ya queda menos! “Solo” 90 kilómetros de bici. Pero como un gran hombre (Juan Bautista) me dijo: “tú chino chano, chino chano y terminarás”. Todo iba bien hasta que a falta de 15 km para terminar el tramo de bici, voy a comer la ultima barrita que me quedaba y en un bache se me cae. ¡Noooo! ¡Tenía mucha hambre! Menos mal que todavía me quedaba un bidón de isotónica. Echo mano de la bebida… y solo quedaba un culín. ¡Ay madre que me quedo sin nada!

A pesar de todo lo ocurrido, llego a boxes para dejar la bici, y de nuevo veo a toda mi gente esperándome. ¡Menudo subidón!, y sabe Dios que lo necesitaba, porque mi cabeza no estaba para seguir, y quedaban 21 km corriendo. Hasta un árbitro me dijo que no veía claro que saliera, porque ya era tarde, pero miré atrás, vi a mi gente esperando para verme pasar corriendo y me dije: “esto lo termino yo como sea”.

Empiezo a correr, teníamos que pasar por dunas de arena y escaleras interminables, la gente en plena carrera iba comentado que era la mas dura que habían hecho (y yo cada vez más acojonado). Veo delante de mí a una mujer que iba a la misma marcha que yo y había salido casi al mismo tiempo… me engancho con ella y dos ciclistas que no sabía yo que hacían allí hasta que vi un cartel que llevaban puesto que ponía: Cierre de Carrera. Aquí dije “de aquí ya no me muevo”. Quiero dar las gracias a la mujer, que me ayudó mucho (Pilar, de 49 años). En la última vuelta ya íbamos Pilar y yo casi andando, no podíamos… nos animábamos pero el cuerpo no podía. En la última pasada de escaleras me entraba hasta la risa. Llegando casi al final, última pasada de dunas y meta, se nos enganchó Sergio (hijo de José Pedro, compañero del club). Este muchacho, en zapatillas de jugar a fútbol sala, nos acompañó hasta la meta, un autentico crack. ¡Pilar se lo quería llevar a casa y todo!

Recta de meta: el cuerpo empieza a cambiar, escalofríos, ganas de llorar, y sobre todo las ganas de ir al WC se estaban quitando (Siiiii!!!!!). Toda mi gente esperando en meta, no escuchaba nada, solo barullo y mi respiración. Estaba terminando el gran reto que me propuse, crucé la línea de meta y fue algo que no puedo expresar aquí, hay que vivirlo.

Quiero dar las gracias a toda la gente que ha estado conmigo apoyándome, Samuel Martínez (Miyagi), Ricardo Martínez, Adrián (Puxero), todos mis amigos y compañeros del Club Triatlón Villena, pero sobre todo a María y toda mi familia, sin ellos esto no hubiera sido posible.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba