No hay nada más detestable que el aburrimiento, y el mejor antídoto contra sus estragos es sin duda la curiosidad: ese estado natural que el ser humano manifiesta a flor de piel durante los primeros años de su existencia, que le lleva a preguntar y preguntarse acerca de todo cuanto le rodea, y que por lo general se va mitigando con el paso del tiempo. De hecho, algunas personas prácticamente la llegan a perder del todo; en cambio, quienes mantenemos un cierto grado de curiosidad a lo largo de nuestra vida estamos vacunados contra el hastío.
Ni que decir tiene que la evolución lógica de la curiosidad es el aprendizaje, y que este debe forjar unos cimientos sólidos a lo largo de dos etapas sucesivas como la infancia y la adolescencia; de ahí la necesidad de un sistema educativo público, pero ese es otro debate. No obstante, podemos -y diría que debemos- aprender durante toda la vida, porque los beneficios de prolongar la exposición a los más variados conocimientos y su inmediatamente posterior adquisición son innumerables. De eso trata precisamente el libro Invitación al aprendizaje, que firma el profesor y divulgador Eduardo Sáenz de Cabezón. En sus páginas, este doctor en Matemáticas (al que algunos de ustedes reconocerán como el conductor del programa de divulgación científica Órbita Laika de Televisión Española) plantea algo que a estas alturas resulta indiscutible: mantener una curiosidad activa, y por tanto practicar un aprendizaje continuo, es uno de los ingredientes principales para poder disfrutar de una vida plena.
A la hora de demostrar su planteamiento, el autor recurre a estudios científicos de psicología cognitiva y neurociencia, así como a su propia experiencia tanto en su rol de docente como en el de aprendiz, y organiza su ensayo en dos partes: en la primera, titulada “Se puede aprender a aprender”, y tras unos relatos a modo de introducción y una cita de la escritora Ursula K. Le Guin, Sáenz de Cabezón señala que podemos elegir gran parte de aquello que queremos aprender; y nos explica la importancia de la motivación y la planificación; además de proponer algunas estrategias que conforman una suerte de metodología para ponerla en funcionamiento a la hora de estudiar y de aprender, y en la que juegan un papel fundamental la memoria, el recuerdo y la práctica.
Ni que decir tiene que la segunda parte del volumen, bajo el título de “Aliados del aprendizaje”, arranca precisamente -después de una cita de la poeta Nobel de Literatura Wislawa Szymborska- con la curiosidad y su némesis, el aburrimiento... si bien este último también puede considerarse como un valioso aliado del aprendizaje en la medida en que la necesidad de vencerlo se convierte en un importante generador de curiosidad. Dudar y saber preguntar, así como la atención y la concentración, la posibilidad de cometer errores, y actividades tan intrínsecas a la condición humana como la necesidad de dormir o el olvido, son otros de los compañeros de batalla que se recogen en este epígrafe.
Para concluir, el autor extrae cinco ideas que cuentan con una base científica sólida y que, tal y como él mismo manifiesta, “invitan al optimismo a la hora de emprender procesos de aprendizaje”: de estas aseveraciones, me permito destacar las que me parecen más importantes en tanto que abarcan más condiciones de nuestra especie: que tenemos una capacidad muy alta de aprendizaje durante toda la vida; que una vida intelectualmente activa y regida por la curiosidad es un excelente antídoto para paliar los síntomas de las enfermedades neurodegenerativas; y que saber más cosas y lo más variadas posible facilita el aprendizaje de nuevas materias, además de estimular nuestra creatividad y, en última instancia, permitirnos disfrutar de una vida más plena. ¿Qué más se puede añadir al respecto?
Y ya que hablamos del placer de aprender durante toda la vida -ese es precisamente el subtítulo del ensayo comentado más arriba-, me permito recomendarles también un maravilloso libro ilustrado que sirve para introducir a los más pequeños, aunque también a cualquier adulto no especialmente versado en el tema, en el mundo del arte: Mona Lisa y compañía es un recorrido por treinta de las obras pictóricas y escultóricas más icónicas de la historia y que se exhiben en el Museo del Louvre. En su interior, la especialista Alice Harman nos lleva de la mano por las dependencias de la galería parisina revelando los secretos que esconden obras tan celebradas como, además de la propia Gioconda de Da Vinci, La Venus de Milo, La libertad guiando al pueblo de Delacroix, El escriba sentado, La balsa de la Medusa de Géricault, La Victoria de Samotracia, La encajera de Vermeer o la gran esfinge de Egipto, además de por las propias instalaciones del Louvre. Para ello, cuenta con la siempre agradecible compañía de las ilustraciones originales de Quentin Blake, al que muchos recordarán por sus dibujos para las ediciones de la obra de Roald Dahl. Finalmente, unos consejos para disfrutar del arte en todo su esplendor, una línea temporal muy clarificadora y un glosario técnico terminan por dar forma a esta espléndida puerta de acceso al universo del arte. Ya saben: si todavía no han perdido la curiosidad y quieren seguir aprendiendo, no estaría de más que le echasen un buen vistazo.
Invitación al aprendizaje y Mona Lisa y compañía están editados por Ediciones B y Siruela respectivamente.