Opinión

En blanco

En ocasiones creo –es una creencia, es decir, algo que supongo pero que no sé con certeza, como la religión o la Playmate de Noviembre– que mis ideas se están acabando. He estado todo el día pensando sobre que tema escribiría esta semana, le he estado dando vueltas a la cabeza y, como me ocurre otras muchas veces, no sabía qué tema de rabiosa actualidad, o no, iba a ocupar estas líneas. Me he sentado delante del papel, en mi caso de la pantalla del ordenador, y al ver la hoja del editor de texto vacía me he acordado del síndrome de la página en blanco. Entonces he vagado por Internet navegando en busca de alguna inspiración y he acabado encallando mi barco en una página web que nada tenía que ver con lo que buscaba. Al pensar que era lunes, que no tenía escrita ni una sola palabra, y que el ilustrador espera ansioso algo sobre lo que poder dibujar, me ha entrado el pánico, y como no conseguía nada he decidido hablarles de la propia inspiración, incluso de cuando no la hay.
Cualquier creación artística se suele asociar a un brote de creatividad del subconsciente. El artista, cuanto más crea, más quiere. Picasso decía: “El principal enemigo de la creatividad es el buen gusto”. Este criterio se convierte así en el juez que distingue entre lo que es ingenioso y lo que no, entre lo que gusta y lo que no. Una idea que por la noche era maravillosa se convierte en ridícula a la mañana siguiente; les invito a que hagan la prueba, una de esas noches en las que una magnífica idea les pase por la cabeza, anótenla, guárdenla en el cajón de la mesita y a la mañana siguiente, si todavía se acuerdan, léanla. No existe una receta mágica para la creatividad, pero existen modos de propiciar ese brote como por ejemplo los rituales. Antiguamente, en el oráculo de Delfos, inhalaban vapores y humos divinos –que vete tú a saber lo que fumaban– encerrados en una caverna antes de realizar una profecía. También los sueños han sido siempre considerados como una gran fuente de inspiración; soñar es una actividad solitaria en la que, aunque de una manera surrealista, el subconsciente se declara y se manifiesta. Pero existen maneras más ortodoxas de invocar a las musas, como el famoso “brainstorming”, que significa tormenta de ideas. Un grupo de personas se reúne y cualquiera puede decir lo que le venga en gana, dejando a un lado “el buen gusto”, donde hasta la idea más absurda, por analogía, puede acabar transformándose en una genialidad.

La palabra musa se utiliza figurativamente para referirse a alguien que inspira a un artista. Una musa no tiene porque ser una mujer, puede ser una mosca o puede ser un día lluvioso, además las musas no hablan. Por lo visto, hasta los futbolistas, artistas del balón como Ronaldinho, necesitan una fuente de inspiración o por lo menos estar inspirados para jugar bien. La inspiración nunca aparece cuando uno quiere, y si aparece, o no tienes papel o no tienes lápiz o bolígrafo para apuntar; puede llegar cuando menos lo esperas, igual se aparece en la cola del banco que igual te sorprende sentado en el retrete; se dice que Einstein formuló alguna de sus teorías en él, y el sostenía que “en los momentos de crisis sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”; también Arquímedes descubrió el principio que lleva su nombre en la bañera, y tal fue su alegría que salió a la calle desnudo gritando “¡Eureka!”, que en griego significa “¡Lo encontré!”.

Una vez dije algo que fue muy gracioso y pensé, “si apuntara todas las tonterías que digo podría ser rico”, pero se me olvidó anotarlo. Lo más interesante es que la inspiración llegue en plena faena, citando de nuevo a Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”, y es una verdad muy cierta, si te sientas en el sillón a ver la tele hay muy pocas probabilidades de que se encienda la bombilla. Cuando uno escribe la inspiración son cuatro frases escritas a mano en el resguardo del cajero, una idea resumida en dos o tres palabras, mala letra, desorden conceptual, tachones. Un monólogo interior, sin signos de puntuación, omisión de palabras, la imaginación fluyendo a través de la punta del bolígrafo o cantando al ritmo del sonsonete de las teclas. A la inspiración no se la puede esperar como el que espera el autobús, hay que ir a buscarla y aun con esfuerzo puede que no llegue. Eso es la inspiración, arte y oficio.

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