En defensa de los Derechos de Autor de Antonio Navarro Santafé
En 2015 se publicó un libro y un artículo en la Revista Villena sobre canteros y escultores de Villena. Cuando habla de la obra de Antonio Navarro Santafé pone en duda la autoría de dos de sus obras con deducciones personales que, aunque muy respetables, demuestran no solo lo poco que el autor de estas publicaciones, Pedro Amorós Milán, conoce la obra de Navarro Santafé, sino la falta de investigación rigurosa sobre su vida y personalidad, preguntando a la multitud de familiares, amigos y estudiosos de la historia de Villena que afortunadamente todavía viven y le podían haber aportado al investigador una información muy valiosa que ha desaprovechado.
También aporta una prueba oficial como es un acta del Ayuntamiento, pero como demostraré, carece de todo fundamento. En descargo de ese trabajo hay que decir que lo ha hecho como aficionado, autodidacta y persona que no tiene conocimientos académicos sobre Artes Plásticas. Pero no por ello hemos de quedarnos callados y dejarlo correr, porque no se puede sembrar la duda sobre la obra de cualquier artista sin pruebas sólidas, porque no solo se está tratando del trabajo del artista, sino también de su honor y prestigio, que en el caso de Navarro Santafé lo tiene muy bien ganado con esfuerzo, estudio y trabajo. Y tratándose de Navarro Santafé es de especial gravedad, porque si bien hemos conocido a lo largo de la Historia del Arte muchos casos donde los expertos no han podido ponerse de acuerdo en la autoría de algunas obras de grandes artistas por no disponer del testimonio escrito o inventariado del propio artista, no es su caso, porque él tiene perfectamente localizada su obra e incluso dictó en vida toda su trayectoria personal y profesional a su gran amigo Pedro Hernández Hurtado, autor de la biografía publicada por el Ayuntamiento de Villena. Y si esto no fuese suficiente, tenemos en Villena la Junta de Conservación y Tutela de la Obra de Navarro Santafé. Por lo tanto, dudar de la autoría de dos obras que Navarro Santafé detalló personalmente a su biógrafo es dudar de su palabra, y por lo tanto pisotear su prestigio y honor. Personalmente y como familiar de Navarro Santafé estoy muy dolida por lo publicado, pero sobre todo estoy indignada como entendida en Arte (creo que mi carrera profesional me avala) y como ciudadana de Villena.
Empiezo este artículo con una foto de Navarro Santafé trabajando en el monumento a Chapí. Podemos verlo en todo su esplendor, empuñando una de las herramientas que utilizaba como peón del Arte. Se le ve sonriente, feliz y con esa satisfacción que sienten las personas por el trabajo bien hecho y por el orgullo de poder servir a su pueblo con tan insigne obra del compositor Ruperto Chapí. Navarro Santafé era un gran admirador de Chapí y su obra. El Maestro Chapí, como de todos es conocido, fue cofundador de la Sociedad General de Autores de España, porque Chapí fue un gran defensor de los Derechos de Autor, que es lo que este artículo reivindica sobre la obra de Antonio Navarro Santafé.
Las dos obras cuestionadas son el primer monumento al Capitán Hernández Menor y el retablo de la Iglesia de Santiago. El investigador adjudica estas dos obras a Francisco Cerdán Milán, Paco el marmolista. Quiero subrayar que esto no es una historia de enemigos, muy al contrario, ya que Navarro Santafé fue una persona muy querida por Francisco Cerdán; lo trató siempre como a un hijo y le ofreció su taller, donde Navarro Santafé hizo muchos de sus trabajos. Navarro Santafé tenía a Francisco Cerdán como un maestro que le ayudó a dar los primeros pasos en el mundo del Arte. Pero Cerdán, además de ser un gran trabajador y artista, era por encima de todo un hombre íntegro y honrado. Por eso estoy segura de que tanto Navarro Santafé como Francisco Cerdán estarían estupefactos por estas investigaciones publicadas poniendo en duda la obra de Navarro Santafé.
El primer monumento al Capitán Hernández Menor (1928-1930)
El actual monumento que puede verse en la Plaza de la Beata Águeda Hernández fue reconstruido por Francisco Cerdán en 1956. Pero hubo antes otro realizado por Navarro Santafé en 1930 que fue destruido por unos vándalos en 1936 y cuyos restos fueron llevados al taller de Cerdán, donde Navarro Santafé realizaba muchos de sus trabajos. Allí estaban también las diferentes maquetas que hizo del monumento en escayola, planos, bocetos, etc.
En los años cincuenta se decidió reponer el monumento, trabajo que se le encargó a Cerdán, pero tal y como cuenta Navarro Santafé en su biografía, descubrió que se estaban utilizando parte de sus trabajos del monumento de 1930 en la realización del nuevo, y dichos trabajos estaban sujetos a Derechos de Autor. Cerdán era íntegro y honrado, además de un gran amigo de Navarro Santafé, y no hubo problema en que se pusiesen de acuerdo en una compensación económica para Navarro Santafé por los Derechos de Autor de su obra original, en la cual está basado el monumento actual.
Los argumentos que esgrime la investigación para dudar de la autoría de Navarro Santafé en el primer monumento de 1930 son los siguientes:
1. Cuestiona la falta de memoria de Navarro Santafé porque en su biografía no recuerda cómo y por quién recibió el encargo. Navarro Santafé dicta sus memorias a Pedro Hernández siendo muy mayor y es lógico tener lagunas en la memoria. ¿Quién no ha tenido en algún momento de su vida lapsus semejantes? Navarro Santafé está siendo sincero (como en toda su biografía) y sin embargo el investigador utiliza esa falta de memoria como pretexto de una invención, y por lo tanto mentira, de Navarro Santafé.
2. Publica tres actas de sesión permanente del Ayuntamiento, una de 1930 y dos de 1952, para demostrar que el Ayuntamiento asignó la realización tanto del primer monumento como del segundo a Francisco Cerdán. Las actas de 1952 se las podía haber ahorrado porque nadie pone en duda la autoría de Cerdán en el segundo y actual monumento. Pero en el acta de 1930 se habla de que Cerdán, concejal por aquellas fechas, informa de que los trabajos están muy adelantados. El acta en cuestión es la de la sesión permanente del 6 de febrero de 1930 y si algún lector quiere consultarla en el Archivo Municipal podrá comprobar en la página 96 que el investigador hace un ejercicio mental para interpretar, suponer e imaginar que el Ayuntamiento le debió asignar anteriormente los trabajos del primer monumento. Así, cabe hacer las siguientes consideraciones:
A) Si anteriormente a dicha acta, el Ayuntamiento le asignó el trabajo a Cerdán, debe haber otra acta donde se refleje dicha asignación y dicha acta no la presenta el investigador. Seguramente porque no existe y de ser así vendría a dar la razón a Navarro Santafé, porque la asignación quizás se realizó por otros conductos o personas que Navarro Santafé no recuerda en su biografía.
B) En 1930 estaba en vigor el Real Decreto de 2 de julio de 1924 sobre las restricciones para las asignaciones de obras en Ayuntamientos. Podemos encontrar referencias a dicho Real Decreto en muchas actas, como la del pleno del 17 de enero de 1930, que dice en la página 84: No podrá ser contratista el que se halle comprendido en cualquiera de los casos de excepción que determina el art. 9º del Real Decreto de 2 de julio de 1924, entre ellos el Alcalde, los Concejales, el Secretario, el Interventor y los demás empleados dependientes del Ayuntamiento contratante.
C) En 1930 todos los miembros que componían la Corporación eran personas que no cobraban y que realizaban dicha labor de forma altruista, como Francisco Cerdán. Incluso en algunas actas se puede leer la solicitud de algún miembro de la corporación para cambiar la hora de las sesiones para poder compaginarlas con sus trabajos. Suponer por parte del investigador que en el Ayuntamiento asignaban trabajos a integrantes de la Corporación ignorando dicho Real Decreto es un agravio a la labor desinteresada de estas personas y a su integridad moral.
3. El investigador califica de malentendido el hecho que llevó a Miguel Flor Amat, gran amigo también de Francisco Cerdán, a creer que la maqueta en escayola que Navarro Santafé presentó al Ayuntamiento en 1928 y que se guardaba en el taller de Cerdán, de donde la recogió Flor al fallecimiento de Cerdán y que posteriormente Flor donó desinteresadamente al Museo de Navarro Santafé según consta en Acta de la Junta de Conservación y Tutela de fecha 7 de noviembre de 1985. El investigador deduce que Flor cayó en un error al pensar que la maqueta era de Navarro Santafé cuando en realidad era, según él, de Francisco Cerdán. Miguel Flor es un gran entendido en Arte aunque ningún título lo avale, porque él es un gran artista. No solo lo demuestran sus trabajos fotográficos y sus pinturas, sino su tremenda sensibilidad para cualquier actividad artística. Por lo tanto, pensar que Flor no sabía distinguir de quién era la maqueta que donó al Museo, amén de que conocía perfectamente la obra tanto de Cerdán como de Navarro Santafé, es una falta considerable a la reputación personal y artística de Miguel Flor.
4. El investigador muestra el boceto que presentó Cerdán al Ayuntamiento en 1952 para echar por tierra, una vez más, lo que dice la biografía sobre el hecho de que Navarro Santafé le dio permiso para utilizar sus planos. Que Navarro Santafé dé su permiso para utilizar sus planos no quiere decir que Cerdán tuviese que presentar dichos planos al Ayuntamiento para la realización del monumento porque la nueva versión que realizó es más ancha y lleva varios elementos adicionales como las conchas y las cabezas de león. Es muy lógico que Cerdán realizase un nuevo boceto basado en el trabajo original de Navarro Santafé. Si el investigador se hubiese molestado en indagar sobre lo que dicen los Derechos de Autor hubiese descubierto que Cerdán no podía hacer ningún boceto sobre un trabajo anterior existente de otro artista sin su permiso. Permiso que Navarro Santafé dio por escrito a Francisco Cerdán y que parece ser que el investigador no ha buscado porque en tal caso se vendrían abajo sus conjeturas sin sentido sobre la obra de Navarro Santafé.
5. Para reforzar su teoría, el investigador muestra en su libro dos fotos de dos estatuas de mujer que realizó Cerdán; una para el panteón de Enrique Sinforoso Guillén (1924), en el cementerio de Villena; y otra propiedad de los hermanos Galbis (1926). Argumenta que dichas estatuas son semejantes a la mujer que aparece en la maqueta en escayola que hay en el Museo de Navarro Santafé donada por Miguel Flor. Por esa razón, según él, la maqueta del primer monumento es de Francisco Cerdán y no de Navarro Santafé. Este argumento deja a las claras los pocos conocimientos en Arte que posee, ya que por el hecho de tratarse de tres figuras de mujer de pie, portando flores en un brazo, han de pertenecer al mismo artista forzosamente según él. Una persona entendida en Arte se fijará en detalles que al no entendido se le pasan por alto. Incluso siendo la figura de mujer que hay en el Museo parte de una maqueta en escayola, pueden distinguirse pequeños detalles que no se aprecian en las figuras realizadas por Cerdán, que no tienen ese aura de vida que parecen tener las obras de Navarro Santafé. En mi modesta opinión, lo que debería hacer el investigador es contratar los servicios de un experto en Arte que elabore un informe detallado sobre las diferencias y autoría de las tres figuras de mujer.
Hay otras especulaciones personales hechas por el investigador como dudar que Navarro Santafé, a los 22 años, fuese capaz de realizar el busto del Capitán Hernández Menor por la poca preparación profesional que según el investigador tenía. Por si todo esto fuese poco, hace divagaciones sobre la colocación de la Cruz Laureada de San Fernando que debía llevar el busto. No quiero cansar al lector rebatiendo estas absurdas cuestiones porque con lo explicado anteriormente creo que queda demostrado el poco rigor de las pruebas presentadas por el investigador.
El retablo de la Iglesia de Santiago (1939)
Es curioso leer en la publicación del investigador que recomienda la biografía de Navarro Santafé para conocer la vida y obra del artista. Pero luego duda de su veracidad y por lo tanto de la palabra de Navarro Santafé, además de la escrupulosidad de Pedro Hernández Hurtado, que es quien la escribió. Es por ello que además de sentirme consternada al leer las publicaciones del investigador, me sentí confundida porque no alcanzaba a entender dónde quería llegar este señor.
Navarro Santafé presentó un proyecto para hacer un nuevo retablo en la Iglesia de Santiago y le concedieron el primer premio. Pero para su realización se presupuestaron 860.000 pesetas y el párroco de la iglesia, Don Juan Mañas, no estaba dispuesto a gastar más de 100.000. Ante la imposibilidad de convencer al señor párroco, la biografía dice en su página 101: Y así tuvo que abandonar Navarro la realización del retablo de Santiago. Seguramente hasta aquí ha leído el investigador y debió pensar que como Navarro Santafé abandonó el proyecto y Francisco Cerdán estaba haciendo una gran labor de restauración en Santiago, pues fue Cerdán quién realizó también el Retablo.
El investigador debería seguir leyendo la biografía de Navarro Santafé porque en la página 103 dice: Pese a la aprobación del Obispado no le dejó el cura Mañas otra opción, y tuvo que aceptarla olvidando la suya porque en aquel tiempo, como en tantos otros para él, privaba en él la necesidad física de comer. Realiza el proyecto. Por supuesto que no se pudo realizar el proyecto inicial, sino que Navarro Santafé se tuvo que ajustar a las 100.000 pesetas que Don Juan Mañas le asignó.
Como conocí muy estrechamente a Navarro Santafé puedo decir que no quedó muy satisfecho de cómo resultó el Retablo, pero fue lo mejor que pudo hacer con el corto presupuesto que tenía. Esta es, en mi humilde opinión, una razón de peso para creer en la palabra y la biografía de Navarro Santafé, porque nunca se escondió de sus trabajos. Le gustasen más o menos, siempre se sintió muy orgulloso de todas sus obras.
Otra falsedad y tremenda especulación que hace el investigador al poner en tela de juicio la autoría del Retablo por parte de Navarro Santafé es afirmar que la magnífica figura de Santiago Apóstol ecuestre sobre un caballo blanco, que actualmente se puede visitar en la Sala Capitular, fue traída de Barcelona. Por supuesto que no da ninguna prueba que confirme su argumento, ni siquiera una explicación de cómo ha llegado a tal afirmación.
Menos mal que, por lo menos, reconoce que la magnífica Mesa de la Consagración del Altar Mayor, obra policromada llevada a cabo en hueco relieve, que actualmente puede verse en la Capilla de la Comunión, y que presidía el Retablo, es de Navarro Santafé. Pero afirma sin ningún género de dudas que el Retablo fue obra de Francisco Cerdán Milán y Antonio Zapater Menor sin aportar ninguna prueba.
Conclusión
Pedro Amorós Milán, autor de las publicaciones, ha querido ensuciar una historia limpia y hermosa: la amistad de dos hombres buenos: Francisco Cerdán y Navarro Santafé. Ambos fueron muy amigos, el taller de Cerdán siempre estuvo al servicio de Antonio, allí trabajó con el Monumento al Capitán Hernández Menor, siendo un muchacho de apenas 22 años; allí hizo parte del Monumento a Chapí y conoció a Celia, su mujer, con que se casó el 31 de mayo de 1949 delante del Retablo recién construido. Posteriormente Francisco Cerdán hizo su último trabajo recomponiendo las dos columnas torsas en las cuales el Retablo se apoyaba. Fue su despedida como escultor por la edad. Sin embargo aquí comienza una nueva vida para Navarro Santafé. Marchó a Madrid con su esposa y sus manos no pararon de crear. Por todos los rincones de España se extenderían sus obras: Valencia, Madrid, Guadalajara, Salamanca, León (La Bañeza), Jerez de la Frontera, Puerto de Santa María, Lupión, Toledo, Petrer, La Línea de la Concepción, Aranda del Duero, Comillas, Somosaguas
y también por Europa y América: Grecia (Atenas) e Islas Bahamas.
Isabel Mª López Pérez
(Licenciada en Historia del Arte. Profesora jubilada del Instituto Hnos. Amorós. Cuñada de Antonio Navarro Santafé)