En defensa del ardor
Abandonad toda esperanza, salmo 15º
¿Se acuerdan de aquel ¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS? , uno de los hits de la movida? Fue el mayor éxito de Polanski y el ardor, grupo que homenajeaba al unísono una novela del magistral Nabokov y a cierto cineasta polaco cuya vida privada venía siendo durante décadas tan popular como sus películas.
No resulta del todo extraña la combinación en una misma frase de Roman Polanski y el concepto del ardor: si por algo se caracterizan muchas de sus películas es por ser verdaderas bombas incendiarias. Hablamos de una filmografía que arrancó en su Polonia natal con la tensa El cuchillo en el agua para seguir con Repulsión, aquella cinta repleta de imágenes freudianas con una bellísima y aún más inquietante Catherine Deneuve. Luego emigraría a América y Francia sin perder un ápice de su fuerza original: vendrían la terrorífica y triste La semilla del diablo, el noir incestuoso de Chinatown, la pesadilla cotidiana de El quimérico inquilino...
Y aunque últimamente navegaba por las procelosas aguas de las relaciones más tortuosas -el amor y el odio en la pareja llevados al límite en la magistral Lunas de hiel y el deseo de tortura y venganza de La muerte y la doncella demostraban, además de ofrecer a actores como Peter Coyote o Sigourney Weaver los mejores papeles de sus carreras, que Polanski seguía siendo un autor a tener en cuenta-, en sus últimos trabajos amenaza con la posibilidad de haberse domesticado: el declive comenzó con La novena puerta, thriller sobrenatural que se cuenta entre sus obras fallidas. Después llegó El pianista, cine con mayúsculas sin duda: le reportó prestigio, éxito de taquilla y un Oscar por su labor. Lo mismo podría ocurrir ahora con Oliver Twist, enésima adaptación del texto de Charles Dickens, que permanece con éxito en la cartelera española, enfrentándose con valentía a magos adolescentes, gorilas gigantes y jóvenes españoles entonando canciones de los 80.
En Oliver Twist no sobra ni falta nada. El trabajo de Polanski es de una precisión milimétrica; la partitura de Rachel Portman casa a la perfección con las imágenes a las que acompaña; y el trabajo de los actores es ejemplar, desde el Fagin que compone Ben Kingsley al propio Oliver, interpretado por Barney Clark, niño que podría ser un nuevo Haley Joel Osment (por cierto, ¿dónde andará quien tanto nos conmovió en El sexto sentido y A.I.?)
Visto este Oliver Twist, cabe preguntarse qué es preferible, si un firmante de películas modélicas o un autor de ficciones perversas, al filo de lo soportable, aunque resulten imperfectas. Me pregunto si después de tantos años de vino y rosas, de consumo de estupefacientes, fiestas interminables, relaciones al borde de la pedofilia, una acusación de violación y la prohibición de pisar suelo estadounidense... ¿estará tomando Polanski pastillas contra el ardor?
Oliver Twist se proyecta en cines de toda España.