Fiestas

En la niebla de la pólvora

Es fácil escribir un artículo sobre fiestas cuando te sientes festero. Es un sentimiento raramente comprensible por aquellos que nunca lo han sentido. Una sensación extraña, ajena a aquellas personas que no la han vivido. A lo largo de mi vida ha sido un tema bastante recurrente tanto a nivel personal como profesional. Me he involucrado tanto como he podido y me siento festera no solo durante esas fechas sino durante todo el año. Indiscutiblemente y desde que me planté por primera vez un traje de fiestas, hace ya alrededor de 20 años, he vivido la fiesta y lo he hecho tanto de noche como de día. Y es que en mi casa siempre se ha dicho que si se es festero para salir de juerga, se es para ir a misa todas las mañanas. Y así, con los años, se adquiere ese sentimiento tan difícil de explicar.
Tras esta introducción he de confesar que no soy villenera. Ni he nacido aquí, ni he salido en sus fiestas. Y debo asegurar que hasta hace escasamente un año pocas nociones tenía de cómo se celebraban o se vivían aquí las fiestas de moros y cristianos. Y de esa forma, como decía, el pasado año acabé tanto por motivos laborales como personales viviendo en primera persona unas fiestas que me eran totalmente desconocidas. Aunque soy natural de la localidad vecina de Onil, lo cierto es que poco sabía, y en cierto grado sé, de las festividades de las poblaciones cercanas. La verdad es que adoro las fiestas de mi localidad. Salgo en la Comparsa Moros prácticamente desde que tengo memoria. He sido capitana en varias ocasiones y, aunque mi familia no es muy festera, los que vienen por detrás, de esos, me encargo yo de que lo sean. Poco puedo decir de mis fiestas porque cada colivenco, al igual que vosotros, las sentimos nuestras de una forma muy particular.

Y hasta que un año, por esas cosas que a veces tiene la vida, te ves sin ellas, no llegas a entender lo importantes que son para ti. A lo largo de mis 25 años solamente he faltado una vez a la cita con mi patrona y aquí, en estas líneas, confesaré que lloré como una niña pequeña cuando la escuché entrar en el Portal a través del hilo telefónico. También lo hice cuando vi la entrada a través de internet, cuando vi a mi escuadra desfilar, cuando vislumbré a mi cabo, siempre ofreciendo ese maravilloso espectáculo que, al fin y al cabo, entrañan nuestras fiestas.

Pero si todo esto es cierto, también lo es que jamás pensé que las fiestas de otro lugar pudieran generar en mí una reacción parecida. Sin embargo, las fiestas de Villena lo hicieron.

Como una villenera más
Lo sé, muchas son las personas que vienen de poblaciones de alrededor, de cerca y no tan cerca, a disfrutar de ellas. Pero yo no lo hice nunca antes y me sorprendió. No me imaginé nunca que unas fiestas tan distintas me pudieran resultar tan cercanas, tan espectaculares. Sentir cómo la piel se pone de gallina cuando un bloque pasa desfilando con un pasodoble. Cómo un nudo en el estómago te aprieta la garganta cuando los cabos dan rienda suelta a su gracia. Cuando las escuadras arrancan y sientes esa necesidad de aplaudir, de gritar… Cuando disfrutar se convierte en una obligación porque no hay un segundo de parón: la gente, la música, el ruido, los festeros, el color, el ambiente…. Todo. Todo se vuelve mágico en una Villena festera que acoge a extraños y conocidos como iguales. Y es que, si algo tengo que agradecer a Villena y a sus villeneros es el haberme hecho sentir una más. Me hicieron y me hacen disfrutar de una gentileza y una amabilidad extrema que rara vez se encuentra. Y es que los villeneros y villeneras sois especiales. Desprendéis una alegría difícil de describir, contagiosa desde el primer minuto. Desde el primer momento y hasta el último me sentí bien recibida y acogida. Pude escaparme y ver la Entrada, los Castillos de Fuegos, la Retreta y mucho más. Aún así, quedaron ganas de más e imagino que al igual que muchos de los que estáis leyendo estas líneas, sentí esa nostalgia, ese vacío que perdura cuando las fiestas se acaban. Y sí, aquellos que me conocen se reirán, también confieso haber salido la última de Troya en dos o tres ocasiones. Y, sinceramente, lo habría hecho todas las demás.

Gracias por todo
En todo este tiempo he conocido a gente maravillosa en Villena. Personas de esas que consiguen cambiarte la vida y que, pase lo que pase, ya forman parte de tu historia. Villena está a punto de vestirse de gala. Y, si me lo permitís, éste es el año grande de una de esas personas. Mi madrina, María Valdés Palao. Sin duda ella es una abanderada para mí del sentir festero villenero. Los Estudiantes de Villena no podrían tener una mejor representación. Desde aquí, enhorabuena, disfruta de éste tu año. Y a todos aquellos que me acogieron las pasadas fiestas, en especial a los Walíes de los Moros Nuevos, y un etcétera interminable para el cuál necesitaría buena parte de esta revista. A todos los que leéis este artículo y tuvimos aunque solo fuera un instante de conversación, a todos vosotros y a aquellos que seguro que se me olvidan por el camino, gracias. Nos vemos el día 4, de nuevo.

Sandra Cañadas

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