Cultura

En ocasiones, Esteve

Quienes íbamos al teatro en los noventa nos sorprendimos y alegramos al saber que Gerardo Esteve presentaba un espectáculo en Villena. Más todavía al conocer que Miguel Ángel Montilla, sobran presentaciones, formaba parte del mismo. Artefacto teatral le llaman ellos, y tras pasear por el diccionario me agarro a esa sexta acepción del término: “En el trazado de un aparato registrador, toda variación no originada por el órgano cuya actividad se desea registrar”.
Y de eso se trata. El lenguaje una vez atravesado por el juego teatral se desarrolla en un lenguaje particular. El espectáculo se hace cómplice con un público necesario, puesto que en el conocimiento popular reside la base, la arcilla, que artísticamente se modelará en la escena: el mismo título del espectáculo Ligeros de lenguaje, nos remite a la expresión “ligeros de equipaje”. Y de este modo refranes o expresiones del día a día, que son metáforas, hipérboles, prosopopeyas, se ponen en evidencia al ponerlas de manifiesto, o se modifican mediante juegos fonéticos o situacionales. El resultado es de una gran riqueza lingüística que transmite sensación de libertad frente al creciente uso de anglicismos y de fraseología política.

La propuesta escénica resulta aparentemente sencilla: una caja negra (se refiere a telones y bambalinas, también al suelo menos en Villena donde presumimos de un entarimado barnizado tan ideal para las artes escénicas) y unos cuantos elementos distribuidos por el espacio que de algún modo determinan el “viaje” que realizan los protagonistas. Los personajes, referenciados en los mismos actores, se muestran libres encima de un escenario. Y ese es un hecho destacable: la ausencia del corsé impuesto por unas características ficticias da pie a una expresividad corporal impredecible. Así pueden mostrarse reflexivos o alocados, alegres o nostálgicos. Manteniendo siempre presente la necesidad de la presencia del otro, de la presencia del público, la necesidad de comunicación.

Y aunque la entrada en este juego teatral puede resultar al inicio algo pedregosa, por ausencia de linealidad y sensación de absurdo, poco a poco conectamos y reconocemos ese meticuloso y humorístico uso del lenguaje común. Y aunque las peripecias dramáticas nos lleven de un lugar a otro de forma caleidoscópica, disfrutamos de momentos casi mágicos que no nos hacen ver otra cosa que el aquí y ahora, que nos transmiten sentimientos de gran pureza que nos llevan a la sonrisa, a la nostalgia, a la aventura.

Me alegro de haber asistido a este espectáculo. Y me entristece que el mercado escénico actual haya echado a perder estos productos de “medio formato”, con los que yo mismo he crecido, mucho más versátiles y cercanos, capaces de traer a las salas otros textos y otros modos de hacer teatro.

Artistudios
A modo de epílogo, ya que no he tenido espacio hasta hoy, tengo que recomendarles en cuatros líneas dos apuestas encomiables: la del Casino del CAMV por su labor cultural y la de Antonio Morales Prats con la exposición que allí presenta hasta el 25 de febrero. Imprescindible.

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