En ocasiones veo… cintas VHS
No sabría decirles ni cómo ni por qué. No sé si por afán de investigación histórica, por curiosidad, por nostalgia, por instinto friky o por falta de conexión al Youtube. El caso es que hace unos días abrí los cajones donde guardo aquello llamado cintas VHS y tras un metódico repaso encontré una copia del cortometraje medio metraje sería más correcto buscado, ese titulado Malacara.
Es un trabajo que podríamos llamar antiguo en la velocidad de los tiempos que vivimos: grabado y montado con sistemas no digitales; pero que está firmado y filmado en los alrededores de 1993. La cinta de Saúl Benejama presenta un argumento y una estética donde asoman pinceladas de aquellos primeros títulos de Tarantino que llegaron a España. Y sin desvelarles mucho más sobre las imágenes diría que incluso se adelanta a la temática que Alejandro Amenábar utilizó en la película que lo lanzó a las cumbres cinematográficas. Pero hoy no busco escribir un panegírico sobre Saúl, ni sobre Malacara, es sólo un punto de partida.
Diría sin temor a equivocarme que Villena ha contado en los últimos veinte años con una continuada producción cinematográfica. Un montante de trabajos que han tenido más o menos contacto con el público, así como una modesta difusión tanto en la ciudad como allende nuestras fronteras. Han sido trabajos realizados por grupos aficionados, y digo grupos asumiendo lo que implica el término, grupos que con el tiempo han ido derivando sus intereses hacia otros campos, aunque salvado de la diáspora alguno de sus miembros ha encontrado más tarde un hueco en televisiones o estudios de producción videográfica. El regazo que Villena ofrece a cada una de las disciplinas artísticas es extremamente irregular, y no se trata de un problema de favoritismo hacia unas artes y desdén hacia otras, sino más bien de una actitud más marcada por el momento y lugar que por la conciencia organizativa propia de un estamento consensuado. Así unas artes por sus características intrínsecas o por presentarse en un momento inoportuno sufren ciertas discriminaciones que ni tan siquiera podríamos llamar intencionadas. Es el caso de este arte de imágenes en movimiento, apoyado en algunas ocasiones desde el área de Juventud y acogida en otras por el Cineclub de nuestra ciudad. Pese a ello las incursiones en el séptimo arte, con diferencias en el acierto y la calidad técnica o artística, no han cesado. Pese a nuestro desconocimiento en tal aspecto, por desgracia.
Lo más destacado, quizás por su popularidad, es el trabajo que Los Juanolas ofrecen de tanto en tanto. Quizás, seguramente, no podamos llamar cine a sus producciones, no es lo que el grupo pretende. Pero puede que estos trabajos sean en esta ciudad, ojalá, la punta de un iceberg que esconde una gran mole de inquietud sobre este complejo arte.