En pugna por nuestros derechos
Amanece gris el primer domingo de marzo, pero no llueve ni azota el viento. El suave aroma de los almendros en flor perfuma el aire con anuncios de primavera. Aspiro el perfume e inundo mis pupilas con el bello paisaje. Por unos momentos todo parece perfecto. Cierro los ojos y trato de retener la imagen, pero de inmediato martillean mi cerebro algunas frases pronunciadas por quienes deberían velar por nuestros derechos:
Los jóvenes emigran por su espíritu aventurero; Muchas familias en situación de necesidad se gastan la prestación social en comprar televisiones de plasma; ¡Que se jodan!; La mayoría de las denuncias por violencia de género son falsas
Por razones de espacio voy a detenerme sólo en la última frase, aunque su autor ya se haya disculpado, ello no le exime de responsabilidad. Ya ha quedado demostrado que le delató su ideología machista y que es el vocero de una parte de la sociedad masculina que opina que la Ley Integral contra la Violencia de Género es injusta con los varones. Puede que en algunos casos sea cierto (el 0,01 % de denuncias falsas que esas mujeres realizan para sacar provecho de la ley), pero ¿invalida esto la ley? Está claro que no, ninguna ley está exenta de que se haga un uso inapropiado o fraudulento de ella. Corresponde a las autoridades vigilar su correcta aplicación.
No quiero mencionar el número de denuncias verdaderas, ni el posible número de mujeres que no denuncian por diversas razones, ni el número de mujeres muertas por esta violencia que, a pesar de la ley, no cesa. No quiero ensombrecer más un panorama ya de por sí demasiado sombrío.
Amanece gris el primer domingo de marzo, no llueve ni azota el viento, la primavera pugna por imponerse a su eterno rival: el invierno tardío. Y nosotras debemos seguir pugnando desde todos los frentes por nuestros derechos, porque como estamos comprobando ninguno se consigue sin pugna ni se obtiene para siempre.