Cultura

En venta

Haciendo doble referencia, una al título del espectáculo y otra a su estado, paso a hablar larga y tendidamente de la propuesta ofrecida en el Teatro Chapí por la compañía de teatro Sexpeare, For Sale. Lo siento por quienes no asistieran al evento tanto por estas palabras directas al saco roto, como por la experiencia, casi siempre efímera, que dejaron de imprimir en sus sentidos.
Pues bien, queridas personas, ocurrió el viernes por la noche y hay todavía quienes no han terminado de digerir el menú presentado. Y es que se hace necesario, como con la buena pintura y demás artes, estar un poco alerta, prestar un mucho de atención y echar mano de ciertos conocimientos del medio, para poder disfrutar en profundidad del teatro propuesto por esta compañía. No es que se den a la intelectualidad enciclopédica, a la filosofía sobre las tablas, sino más bien se trata de una tesina puesta en práctica. Con ellos quiero hacer referencia al juego teatral, a la teoría teatral, llevada a la práctica de un modo aparentemente sencillo y resultón, que, a la sazón, no deja de albergar ciertos intríngulis propios del debate especializado. Y es que unidos el modo isabelino de puesta en escena: es decir de escenarios esbozados, o narrados, en que la sinécdoque –sustitución de la parte por el todo– hace necesaria la colaboración del espectador en la elaboración de los espacios; con el modo, diremos, de la Commedia dell’Arte italiana en la interpretación, en cuanto a juego directo con el espectador, a los personajes estereotipados de los que se esperan reacciones y resultados preconcebidos; y ambos de la mano del teatro del absurdo, las influencias cinematográficas y la contemporaneidad de los creadores, no podemos esperar menos que un producto sumamente elaborado, plagado de referencias y complejo en todos los niveles perceptivos.

La peripecia que en esta ocasión lleva a escena Sexpeare consta de varias escenas sin relación aparente entre sí. Escenas que albergan a personajes que en apariencia no tienen conexión alguna con el resto. Algo incongruente a primera vista que tan sólo llegados a la transición melódica y visual donde todas las situaciones pasan ante nosotros cinematográficamente –por el uso de tiempos e iluminación– nos llevan al lugar (presentación-conflicto) del desenlace. Pero allí es donde ocurre lo imprevisible. Donde todas las historias logran al fin conexión. Donde intérprete y personaje toman forma concreta y donde todo debía ser razonable al fin tuerce hacia lo paradójico. Cada actor es él en sí mismo y la encarnación de toda su creación. Y aún así el juego continúa, un nuevo juego, un nuevo modo de entender la argumentación teatral. Un nuevo bache en lo preconcebido. Una nueva perspectiva teatral. Y sin duda, un nuevo acierto.

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