Abandonad toda esperanza

Enseñar a leer

Abandonad toda esperanza, salmo 593º
Para los que nos dedicamos a la enseñanza, el momento en el que se aproximan unas vacaciones -como es el caso de las navidades inminentes- suele coincidir con el de la evaluación. La de los alumnos, desde luego; pero también la nuestra: la siempre necesaria autoevaluación en la que, además de darnos golpecitos en la espalda como señal de enhorabuena (que también viene muy bien), pensar en qué podríamos mejorar. Y llegado ese punto, los que nos movemos entre novelas, cuentos, poemas y artículos siempre acabamos dándole vueltas al tema del fomento de la lectura y la necesidad de contagiar a nuestro alumnado el gusto por la literatura (cuando se tiene, que esa es otra). Por supuesto, servidor no posee ninguna receta mágica para conseguirlo, pero sí sé de algunas cosas que cambiaría, como los comentarios de texto; de otras que eliminaría por completo, como las lecturas obligatorias (que no la lectura obligatoria, que no es lo mismo) o las infames "pruebas de lectura"; y de algunas novedades que implementaría, como el hábito de la lectura en clase... y, si me dejaran, la separación de Lengua y Literatura en las dos asignaturas diferentes que un día fueron y que tuve la suerte de recibir como tales.

En algunas de estas ideas coincido plenamente con Miguel Díez Rodríguez, quien ha ejercido de profesor de Lengua y Literatura en Educación Secundaria durante más de treinta y cinco años, y que a mediados de los años ochenta se encargó de montar su Antología del cuento literario: un libro que al formar parte entonces del canon estudiantil de media España terminó pasando por las manos de buena parte de los que estudiamos EGB, BUP y COU por aquellas fechas, y del que personalmente guardo en mi biblioteca un ejemplar ya maltrecho por el uso como si de un incunable se tratara. Ahora, unas tres décadas después de aquello, me hace muy feliz poder colocar junto a esa pequeña y funcional antología otra más, esta más voluminosa, a cargo del mismo responsable, que ha hecho de sus "Memorias de un viejo profesor" -tal y como reza el subtítulo del volumen- un cóctel de manual teórico y compendio literario que ha titulado Cómo enseñar a leer en clase. En sus páginas se presentan a modo de carta abierta a un antiguo alumno, hoy profesor, que pide consejo a su viejo maestro, las reflexiones de este a propósito de la enseñanza de la literatura, que pasan por considerar al docente como un anfitrión encargado de presentar entre sí a los alumnos y a los verdaderos profesores de literatura: los autores. Junto a estos artículos de opinión, Díez Rodríguez selecciona un vasto corpus de textos literarios susceptibles de ser utilizados en el aula, y donde los relatos breves de Franz Kafka o José María Merino y la poesía de Blas de Otero o Nicanor Parra conviven con canciones de Dylan, Sabina o Aute... por citar solo unos pocos, poquísimos, de los muchos, muchísimos, nombres recopilados. En resumidas cuentas: estamos ante una auténtica delicia, una joya bibliográfica que no puede faltar en las estanterías no ya de cualquier profesor de literatura que se precie de serlo, sino de cualquier amante de la lectura que sea consciente de que todos, los jóvenes y los adultos, los que somos docentes y los que no, somos también y para siempre alumnos porque nunca dejamos de aprender.

Otro profesor, aunque este catedrático de universidad, firma otro manual teórico que pueden encontrar estos días entre las novedades de las librerías bien surtidas, titulado Novela española del siglo XXI. A cualquier interesado en la teoría literaria, la literatura comparada o la novela española contemporánea, el nombre de su autor le resultará muy familiar: José María Pozuelo Yvancos es catedrático de la Universidad de Murcia y un prolífico crítico literario especializado en nuestra narrativa más reciente. Y en este su último libro pone el punto de mira en los que en su autorizada opinión son los escritores y las obras más relevantes de los últimos lustros: arranca precisamente con uno de los autores más queridos por Miguel Díez (su hermano Luis Mateo), para continuar con uno de los favoritos de muchos lectores (Javier Marías) y con otro de los favoritos de muchos menos lectores pero muy ruidosos, entre los que me cuento (Enrique Vila-Matas). Y continúa con el análisis de la obra de Javier Cercas, Almudena Grandes, Manuel Longares, Soledad Puértolas, Ignacio Martínez de Pisón, Ricardo Menéndez Salmón y Clara Usón, para poner fin a su recorrido no sin incluir antes unas notas breves pero certeras sobre escritores de generaciones posteriores y/o de producción más reciente, como es el caso de Andrés Ibáñez, Marta Sanz, Isaac Rosa o Pilar Adón. Como imaginarán, estamos ante una suerte de manual de instrucciones de lo más destacable de la novela española de hoy; y que podría ser por tanto una buena herramienta, si no para los alumnos de Secundaria, sí para sus profesores a la hora de presentarles a los autores convocados.

Y frente al rigor crítico y académico de Pozuelo Yvancos y la lectura atenta y experimentada de Díez Rodríguez, la frescura irreverente con la que el divulgador Lorenzo Gallardo se acerca en las páginas de Eso no estaba en mi libro de historia de la literatura a lo que podría ser "la Cara B de la literatura universal"; esto es, la vida privada de ciento veinte escritores, ordenados cronológicamente, desde la poetisa griega Safo (de la que conservamos solo 650 versos de los aproximadamente 10.000 que pudo llegar a escribir) al escritor brasileño Paolo Coelho (del que conservamos muchas más novelas, artículos y memes de redes sociales de los estrictamente necesarios). Entre uno y otro, la lectura del libro (de seguido o a saltos, como se prefiera) nos descubrirá cientos de anécdotas: algunas bastante conocidas, como las dudas que rodean a la autoría de las obras de Shakespeare, el racismo de H. P. Lovecraft o el homicidio involuntario cometido por William Burroughs al jugar a Guillermo Tell con su esposa y una pistola; otras no tanto, como el experimento pirómano de R. L. Stevenson, la afición de H. G. Wells por apropiarse del sombrero ajeno o la ocasión en que Jardiel Poncela casi le da una paliza a Benavente. Por supuesto, no estamos ante un estudio riguroso de los textos literarios, sino una obra divulgativa y repleta de buen humor que quizá podría servirnos para que nuestros alumnos, y también nuestros hijos, sobrinos, nietos y demás, vean la literatura como algo divertido o, como poco, digno de despertar su curiosidad. Porque de eso se trata, al fin y al cabo: de conocer mejor a los autores, y a sus libros, para llegar a amarlos.

Y precisamente del amor por los libros les volveré a hablar en breve... Pero ya será en año nuevo, porque la semana próxima toca recordar las mejores películas estrenadas en los últimos doce meses, como hacemos en cada última columna de cada año. Nos leemos en unos días, pues, aquí y en la edición impresa que despedirá al 2017.

Cómo enseñar a leer en clase, Novela española del siglo XXI y Eso no estaba en mi libro de historia de la literatura están editados por Reino de Cordelia, Cátedra y Almuzara respectivamente.

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