Opinión

Enseñar de otra manera, en el colegio y en casa

Todavía seguimos estudiando de memoria, todavía seguimos dando una relevancia vital a las áreas instrumentales por encima de las demás, todavía seguimos enseñando a los niños en el colegio como a nosotros nos han enseñado. A título personal y como antiguo alumno, en primer lugar destacar que yo vengo de una enseñanza tradicional donde a pesar de los múltiples esfuerzos de algunos docentes, era bastante complicado no usar los capones como medio persuasivo para prestar atención y, cómo no, y hablo de hace 30 años ya, había que aprender la lección para luego vomitarla en un examen.
Eso sólo me enseñó a sumar y restar, que no era poco, pero se olvidó de muchas otras facetas que el ser humano no sólo ha de aprender en casa, sino también en la escuela. Por ejemplo, a relacionarme con los demás. De lo poco que recuerdo, una tutoría en la que nos pusimos en círculo para dar nuestra opinión después de haberla escrito. Eso fue algo inédito, hablar en público, decir lo que piensas. Eso era mucho más que expresión oral y expresión escrita.

Estudiando la carrera el método seguía siendo el mismo, excepto un profesor que recordaré toda la vida por cómo enfocó la forma de enseñar y por tanto de aprender. Es por ello que encontramos actualmente universitarios que recién terminada la carrera no sólo cometen innumerables faltas de ortografía (y vienen del sistema tradicional), sino que están indefensos ante un mercado laboral que les exige saber hacer, saber ser y no sólo saber.

En relación a todo esto, aparece hace dos décadas la fundamentación teórica de Howard Gardner, las inteligencias múltiples, reconocida ahora internacionalmente. Este profesor de Harvard, premio Príncipe de Asturias 2011, estableció que la inteligencia se entiende como la capacidad de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una o más culturas. Lo curioso es que definió diferentes ámbitos de la inteligencia a partir del estudio del desarrollo de habilidades en los niños y la forma en que se descomponían las diferentes capacidades en casos de daño cerebral, observando además cómo se manifestaba cada una de las inteligencias dentro de la cultura del individuo. Lo esencial de su teoría es que existen múltiples inteligencias en el ser humano y no sólo existe la tradicional dualidad académica entre lo que él llama inteligencia lingüística e inteligencia lógica-matemática, sino que venimos de serie con un diferente potencial de inteligencia corporal-kinestésica, espacial, musical, naturalista e interpersonal. Todas ellas igual de relevantes.

Si echo la vista atrás, pienso en qué ha sido la educación hasta ahora en términos generales: una simple y llana reproducción de lo establecido, de la cultura. Una selección natural donde desde bien pequeños se premia a los que saben escribir, leer, calcular, pero no tanto a los que saben relacionarse y comunicarse bien, sacrificarse por un compañero, trabajar en equipo, sacrificarse por aprender, desarrollar valores, tener juicio crítico, etc. ¿Dónde están esas notas? ¿Acaso no nos encontramos con lumbreras en sus estudios que no han aprendido a hacer la o con un canuto? ¿Acaso no hemos tenido alumnos con un nivel de inteligencia “clásico” y unas notas excelentes que no se relacionan bien con sus compañeros? ¡Cuántas veces habremos oído esto y hemos seguido con la misma historia! No todos somos buenos en todo, pero hay que intentar desarrollar y mejorar todos los tipos de inteligencia. He ahí la clave.

Como padre de una niña de 4 años y un recién nacido me pregunto qué culpa pueden tener ellos de haber nacido con unas determinadas capacidades, aunque es verdad que quiero resaltar la responsabilidad de los padres en la educación y estimulación de sus hijos, porque cuando llegan los niños a la escuela no sólo se comportan de cierta manera por lo que son, sino por cómo se ha ido moldeando ese carácter en particular en casa, por cómo se le ha dado oportunidades directa o indirectamente para desarrollar todas las inteligencias múltiples, por cómo se han puesto límites y establecido rutinas.

Y según todos los especialistas esto debería ser desde que un niño nace. Por ejemplo, masajear y mover a un bebé o poner música a un lactante es el principio de un largo camino de aprendizaje del ser humano, un ser humano que tiene la capacidad de desarrollar múltiples inteligencias (al contrario que otros seres vivos) desde bien pronto debido a la enorme plasticidad del cerebro en edades tempranas. ¿Qué hemos pensado cuando nuestros hijos se ponen a bailar y cantar con los Cantajuegos? ¿Acaso no es sorprendente cómo bailan al son de la música y se aprenden de memoria las canciones? ¿Será esto entonces desde el enfoque de las inteligencias múltiples tan importante como aprender las vocales? ¿Ayudarán unas a desarrollar las otras?

Como docente, renunciar a dar una clase magistral, a ser puramente directivo, como toda la vida, supone sacrificar ciertos patrones aprehendidos como medios de enseñanza (clase magistral), para comenzar a innovar con talleres y proyectos, a darle sentido a la teoría a partir de la práctica, a mostrar de forma más significativa y motivadora para el alumnado los diferentes tipos de conocimiento, a relacionar más lo que pone en los libros con la vida real, a usar espacios donde puedan desarrollar todas y cada una de las inteligencias múltiples, a establecer como prioridad el autoconocimiento y la empatía con los demás, a estimular las potencialidades innatas de cualquier niño, a ver la escuela como un espacio de experimentación que grave en la memoria del alumno lo que vivió, y no sólo lo que oyó.

En el sistema educativo hace unos años hemos iniciado un camino diferente y esperanzador a través de la programación de las competencias básicas, que se entienden como unas capacidades que se pueden desarrollar en los alumnos a través de todas las asignaturas, proyectos escolares, etc. pero que quizás se centran no tanto en las características del ser humano, sino más bien en cuál es el objeto de conocimiento, la habilidad o capacidad a desarrollar. Eso sí, tienen presente también el desarrollo personal y las relaciones interpersonales ya no como un fin, sino como algo que se ha de poner en práctica y mejorar. Implican, como mencionaba, la importancia del saber, del saber qué y el saber cómo en los procesos, que no es poco. Aún recuerdo mi excursión alrededor del colegio a ver las plantas que estaban en los libros.

Para terminar, sea como sea y evitando la utopía, y más en la escuela de hoy en día, la autoridad (que no el autoritarismo) del docente debe estar presente y además ser apoyada por los padres. Por otro lado, todo cambio necesita su proceso, bien para los alumnos, bien para los padres, bien para los docentes. Algunos centros docentes de España, como el colegio Princesa de Asturias de Elche, ya están implantando esta forma de enseñar. Esperemos que tanto la Administración como la iniciativa de muchos equipos docentes avancen hacia un modelo de escuela diferente y trascendental en el fondo y en la forma.

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