Épora en primavera
Aunque podría hacer un ejercicio más exhaustivo sobre la programación que el Teatro Chapí nos ofrece en este trimestre primaveral, a estas horas ya sobradamente comenzado, me centraré únicamente en un espectáculo: La ópera de tres centavos, obra que Brecht proyectara con la inestimable ayuda del compositor Kurt Weill (válgame el cotilleo que habla de ciertas disputas acerca de los pagos que Brecht debió efectuar y no efectuó al compositor por su trabajo).
El caso es que tal y como ocurrió con la Ópera del mendigo de John Gay, sobre la que se sustenta ésta propuesta, la ridiculización mediante caracteres o arquetipos, y la crítica, acompañados de temas musicales, obtuvo un gran éxito entre el proletariado, clase media, creciente. Citar a modo de crítica a las pretensiones del autor de acercar el teatro al pueblo, que quienes en realidad asistía a sus representaciones era la burguesía a la que criticaba y de la que se mofaba, puesto que el pueblo que él buscaba no tenía dinero para ir al teatro.
Pese a que desconozco la versión que nos ofrecerá la Compañía Atalaya quienes en el Teatro Chapí ya nos han ofrecido sus impecables versiones de Electra, El público y Medea del texto de Brecht, me animo a comentar algunas peculiaridades que el autor incorporó a la hora de realizar sus espectáculos. Entre las diferencias que incorpora Brecht desde su particular concepción del teatro teatro lo llamaría él¬ intentando justificar sus innovaciones teatrales: si lo que yo hago no es teatro será teatro (Thaeter) se contesta a sí mismo en el transcurso de una conversación-ensayo sobre el teatro encontramos un insistente uso del distanciamiento, con el que obliga al espectador a distanciarse emotivamente de la trama y evita que se identifique con los personajes para de este modo tener una visión crítica de los acontecimientos y del comportamiento de los personajes. Para tal fin incorporó a su ópera varias técnicas que ayudarían al público asistente a conseguir la distancia oportuna: segmentar la historia en escenas para que no se consiguiera una visión global de los acontecimientos, interrumpir las acciones por medio de un narrador que además comenta lo que ocurre desde su fría posición, ilustrar las situaciones meditante música sincopada (a contratiempo) que otorga a las composiciones mayor contemporaneidad, la escenografía ocupaba un segundo término, era tosca y simple, el maquillaje grotesco y el vestuario empobrecido; y por citar una última característica, actores y actrices no debían identificarse con los personajes, su forma de actuar debía ser artificial lo que hoy día nos puede recordar a caricaturas, a formas con las que no nos identificaríamos. Queda, en último lugar volver a nombrar a nuestro clásico Maki Navaja, continuador del personaje Mackie Messer, el líder de los bandidos en esta ópera.