Érase una vez, otra vez
Abandonad toda esperanza, salmo 228º
Ante el estreno de Robin Hood un compañero, profesor de filosofía y que de eso del mito del eterno retorno debe saber la tira, me comentaba que resulta del todo lógico que después de tantas versiones, revisiones y revisitaciones, se optase por hacer borrón y cuenta nueva a la hora de tratar personajes que forman parte de nuestro acervo cultural. Así, hete aquí que tenemos Robin Hood nuevo en la oficina, como hemos tenido nuevos Sherlock Holmes y Alicia, como tendremos nuevo Drácula (aunque el de Coppola sea de anteayer), o como tendremos nuevo Spiderman (aunque el de Raimi sea de ayer mismo). Además, recordemos que la mayoría del público potencial, los adolescentes, reniegan del ejercicio de memoria histórica y le cuelgan la etiqueta de antiguo a todo aquello que tenga más de tres temporadas y no se anuncie por la tele o Internet. Díganle a uno de estos que para qué necesitamos otro Robin Hood si ya tenemos el de Kevin Costner en 1991 ("Demasiado antiguo", argumentará), o el de Errol Flynn en 1938 ("¿Pero ya existía el cine entonces?", les preguntará), cinta esta que he vuelto a revisar con placer, y que se me antoja una película de aventuras avant la lettre, como las de Stewart Granger pero antes de Stewart Granger.
Y qué decir de este Robin Hood Reload en el que Máximo se enfrenta a los franceses, Juan Sin Tierra y el sheriff de Nottingham. ¿Dije Máximo? Perdón, quería decir Russell Crowe. Algo huele a podrido en la Inglaterra de Ridley Scott, y me temo que es su pleitesía incondicional a los designios del marketing, con una planificación visual que parece estar diseñada buscando en todo momento el fotograma perfecto de cara al póster épico, al trailer infalible, al lujoso coffee table book. Y es que, aunque el film cumple con los mínimos de dignidad, todo en él suena a ya visto, no solo a Gladiator sino también a Braveheart, por no hablar de la arribada del ejército galo a las costas inglesas al más puro estilo Salvar al soldado Ryan. Quién nos iba a decir, hace veinte años, que el director de Blade Runner iba a tener algo que envidiarle al de E.T.
Pero como no hay mal que por bien no venga, y como ya es costumbre me he preparado de cara al estreno recurriendo a las fuentes originales. Gracias a Akal, que ya hizo lo propio ante las nuevas películas inspiradas en Conan Doyle y Lewis Carroll, podemos disfrutar de las baladas populares de transmisión oral que cimentaron el mito de este supuesto buen ladrón que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Como siempre que les hablo de esta editorial estamos ante una edición deslumbrante que no hay que dejar pasar.
Otro del medievo que regresa a sus orígenes es el rey Arturo, aunque a este no lo encontrarán en los cines sino en las librerías: de la mano de Pérez Navarro y el maestro Martín Saurí, Arturo vuelve a ser un joven destinado a reinar bajo la custodia del mago Merlín. Afortunadamente, y los cinéfilos me entenderán, su versión recuerda más a Excalibur -y, por tanto, a Thomas Malory y Le morte dArthur- que a El primer caballero, donde el gigoló americano luchaba por el honor de Arturo mientras le ponía los cuernos a base de Ginebra. ¿Dije gigoló americano? Perdón, quería decir Richard Gere.
Robin Hood se proyecta en cines de toda España; Baladas de Robin Hood y Arturo están editados por Akal y Norma respectivamente.