Cartas al Director

Es día 9

Es día nueve. Si estás en Villena, no hace falta indicar el mes. Todo el mundo sabe que es el día en que se despide a la Virgen –al menos hasta que consigamos el inaudito camino que empieza a surcar nuestras fiestas: una entrada donde la Virgen no llega, y una despedida donde la Virgen no se va-.
Es día nueve. Día de almuerzos tras ver alejarse la imagen por el paso a nivel. Y para unos cuantos romeros, día en que se acompaña a la Virgen de nuevo al Santuario. Y antes de su llegada, las habituales paradas, entre los vecinos que sacan sus mesas, emocionados, año tras año, para que allí, durante unos minutos, la Virgen les mire y vele por ellos.

Es día nueve. Los romeros más adelantados esperan a la Virgen a las puertas de la ermita de San Bartolomé. La parada por antonomasia. Lugar de encuentro, de descanso, de almuerzo rápido, de tranquilidad, de sosiego, de espera para ponerse de nuevo a la altura de la imagen y seguir el camino juntos.

Es día nueve, pero la Virgen no para en San Bartolomé. Sube el puente, baja el puente y marcha, rápida, como es normal en los días nueves de siempre. La mesa arreglada queda en la puerta, las palomas en sus jaulas dispuestas a salir, las campanas suenan, los fieles atónitos con la boca abierta han sentido pasar a su Virgen por encima sin darles tiempo a reaccionar. La Virgen se ha ido, sigue su camino, sin parada, sin vuelta… y sobre todo, sin avisos.

Las palomas vuelan sin sentido, los romeros se reagrupan rápidamente para dar alcance a la tan querida imagen, la mesa se guarda sin haber sido pisada, ya no repican las campanas, los comentarios asombrados corren entre los jadeos de la gente que de nuevo hace por volver a coger el ritmo del caminante.

La Virgen no ha parado. Y sobre todo, la Junta de la Virgen no ha avisado. Debe de ser porque el día nueve no hace falta que nadie se preocupe del recorrido de la Virgen. La Virgen marcha sola. Los máximos representantes de la Junta acompañan a la Virgen hasta la Cooperativa y dan vuelta atrás. La vuelven a recoger a la entrada del Santuario, pasado el arenal, para no manchar siquiera sus pies. Quizás, el día nueve no merece la pena hacer el esfuerzo de acompañar a la Virgen. Hay poca gente, no hay cámaras de televisión ni entrevistas en la radio que nos retransmite la emoción que parece que si no es contada no es vivida. Nadie les ve.

Como nadie vio a los villeneros que quedaron esperando en San Bartolomé.

Es día nueve. La imagen reposa ya en su Santuario. Nada ha pasado. Esto no afecta a los festeros, solo a la gente del pueblo. No hay quejas. Pero sin duda, aunque la imagen no haya hecho su parada tradicional, la Virgen sí habrá brindado su mirada a todos aquellos que, como cada día nueve, la esperaban en la ermita.

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