¿Es él?
El pasado lunes día 5 de julio se impartió en Villena un taller sobre periodismo y malos tratos que contó con escasa asistencia, pero con amplia enseñanza. Este taller fue impartido por dos psicólogas que conviven con el tema a diario, que lo sienten y lo ven, pues están en primera línea de fuego cuando la mujer ha tomado la decisión de poner tierra de por medio e intentar rehacerse, recuperarse y tomar consciencia, desde la distancia, de cuál era su situación y cuál su posible final.
Estas profesionales trabajan en una casa de acogida de Alicante y nos decían que si el aspecto físico que presenta una mujer que ha sido apaleada es espeluznante, el estado anímico que esconden en su mayoría las que acuden estas casas es todavía peor y de más difícil curación. El gran reto, que todavía no se ha inventado un antiséptico para la herida del alma, pues el de la piel las cicatriza haciéndolas invisibles en poco tiempo, pero son los hematomas cutáneos, los que no se ven y aparecen como negras marcas en el corazón, y las heridas de la ilusión que sólo son fracaso, y los puntos de sutura que muchas mujeres se dan en los sentimientos para evitar su desgarro y las feas cicatrices del recuerdo, las que necesitan de inmediato tratamiento y de una asistencia prolongada que a modo de cirugía estética las haga desaparecer.
Ellas, que viven este día a día, comentaban que el nivel de drama que lleva tras de sí cada historia de palizas y sometimiento es tal que muchas de estas mujeres se sienten perdidas y desorientadas en la realidad normalizada, siendo totalmente dependientes de esta relación que sólo las ha hecho desaparecer para acoger a aquella que el hombre con el que conviven ha querido para sí, moldeándolas al antojo de sus más oscuros instintos de posesión. Compartí con ellas, en el descanso del café, que a mi parecer es sumamente importante distinguir el calificativo que describa a estos terroristas del hogar, pues no son comparables un hombre de violento carácter y rápida pérdida de la paciencia, con un maltratador que no es ni más ni menos que una persona calculadora, que emplea años en la conclusión de su obra y que actúa fríamente, pues en muchos de los casos, cuando llegan los golpes, el mal de fondo, la reducción de la personalidad y la voluntad de la mujer, ya lleva mucho tiempo en marcha, y hace incontestables las bofetadas, cuando de otro modo se convertiría en un gesto de disposición a la pelea con la misma respuesta, el 60% de ellos no lo manifiestan y mayoritariamente, tiene perfectamente calculado el proceso, y saben hasta dónde pueden estirar la cuerda, para, antes de que se rompa, pedir perdón, prometer redención, y como habitual, abandonar los golpes por una temporada, retornando a ellos al menor indicio que les haga sentir fuera del control absoluto.
El patrón de conducta de estos energúmenos es fácilmente reconocible: aislamiento de su víctima con su entorno más cercano, control sobre sus salidas, sus entradas, sus quedadas, sus llamadas y mensajes, desprecio por las acciones o gestos o contribuciones al hogar de la mujer, ellos siempre son mejores, más listos y más validos, cuando la realidad demuestra con datos que suelen ser hombres que carecen de reconocimiento social, laboral o amistoso y hacen de su casa su particular palacio y de sus mujeres sus sirvientas. Si acabas de reconocer en este pequeño perfil al que duerme a tu lado, o te llama para salir, escapa ¡YA! o busca ayuda, puedes llamar al 016, información y asesoramiento, al 062, Guardia Civil especializada, o al 091, Policía Nacional.