Es la economía, estúpido
Hace 16 años Bush padre ganaba la guerra contra Irak, pero perdía las elecciones en casa. Vencedor en la escena internacional, era derrotado por la mala situación económica americana. De hecho, su rival, el entonces aspirante Bill Clinton, caló en el corazón de los votantes con una frase que marcó su campaña, apuntalando la principal preocupación de los norteamericanos de a pie: Es la economía, estúpido.
Ahora, en vísperas de elecciones generales, nuestros partidos políticos han decidido que ya está bien de conspiraciones en torno al 11-M, rupturas de España, entregas de Navarra y demás Apocalipsis anunciados durante los últimos tres años, para centrar el debate en aquello que nunca debería haber pasado a un discreto segundo plano: el bolsillo de los ciudadanos, un bolsillo que, cierto es, no puede presumir de encontrarse tan bien como antes.
No obstante esta realidad, servidor es de que los piensa que la cosa no está, ni mucho menos, para tirarse de los pelos. A mi juicio, éste sería un resumen bastante aproximado de las cosas: la inflación está por encima del 4%, han subido las hipotecas y cuesta mucho más vender los pisos. Sin embargo, España ha crecido en 2007 un 3,7%, el paro está en mínimos de los últimos 30 años, la deuda nunca estuvo tan baja en los últimos 20, hay tres millones más de ocupados, se ha elevado la productividad, ha aumentado un 26% la renta per cápita en cuatro años y se cuenta con un superávit presupuestario del 1,8% del PIB para poner los parches que hagan falta. ¿Quiere eso decir que vivimos en Jauja? Ni mucho menos. Pero conviene no olvidar que nuestra experiencia (y la del resto de la humanidad) demuestra que la economía es cíclica, y que por tanto no cabía preguntarse si llegaría la crisis, sino cuándo y en qué medida lo haría.
Pues bien: la crisis ya está aquí, y las previsiones apuntadas por los expertos indican que España no va a entrar en recesión (eso sí sería una crisis con todas las letras), sino que va a sufrir una desaceleración de su crecimiento hasta igualarse al resto de países de la UE, una situación lógica si tenemos en cuenta que, debido a nuestro crecimiento económico, ha dejado de llegarnos el maná en forma de Fondos de Cohesión europeos (que tan bien hemos aprovechado), unos fondos a los que ahora aporta España su granito de arena para contribuir al desarrollo de los países del este de Europa: apoyamos a nuestros nuevos vecinos tal y como las vacas sagradas, con Alemania y Francia a la cabeza, apoyaron el crecimiento de España en su día.
Es decir, que servidor considera que los españoles nos podemos sentir muy orgullosos de cómo se han hecho casi todas las cosas en materia económica durante los últimos quince o veinte años. De hecho, creo que es un verdadero ejemplo de lo que podría ser España si imperara un poco la cordura en otros ámbitos: ¿Cuántos Ministros/as de Educación hemos tenido en los últimos años? Un montón. Casi tantos como reformas educativas. Y así le va a la educación en España y a nosotros con ella. ¿Y cuántos Ministros de Economía recuerdan? En los últimos 16 años sólo dos, que además reconocen mutuamente la labor realizada por su enemigo político: Rodrigo Rato y Pedro Solbes. Cierto es que hay cosas por mejorar, empezando por reducir nuestra dependencia del ladrillo y apostando de verdad por la ciencia, la innovación y el desarrollo. Pero no es menos cierto que la estabilidad, fruto de un consenso básico entre PP y PSOE a la hora de gestionar nuestros presupuestos, ha dado resultados. Buenos resultados. Ojalá cundiera el ejemplo en otros ministerios.