Cultura

Es verano (otra vez y al fin), Carpe Diem

Me he tenido que marchar justo en el momento justo: en pleno desarrollo de la Semana de Cine, el Festival de Títeres, el Casc, el concierto gratuito de Mojinos Escocíos, la Fiesta de mi Barrio y el Leyendas del Rock. Sí que lo siento. Aunque no crean. Y yo mientras tanto… Ahora seguramente estaré paseando, con los pies metidos en la arena y el mar susurrando a mi lado; el señor S. un poco más atrás, sin dejar de hablar; algún párrafo de ese libro reservado especialmente para el verano resonando dentro de la cabeza, y una chica a cada hora más morena caminando a mi lado, rozando con el dorso de su mano el dorso de mi mano. Huele a mar, no sé muy bien qué hora es y en algún momento encontraremos una cerveza fría y unas sardinas encima de una mesa junto a unas sillas.
Ahora estoy aquí sentado con todo este calor y esta pequeña obligación (que es placer) de escribirles cada semana. Pero cuando usted que se toma la molestia de leer estas líneas, probablemente yo estaré allí. Con tanto trabajo por hacer, tanto que limpiar, tanto que organizar, tantas deudas que liquidar, pero allí (al escribir esto no puedo evitar recordar una magnífica reflexión de que leí hace años en una de sus columnas. Jugaba con gran habilidad con el famoso axioma “Yo soy yo y mis circunstancias”, para decirnos que si bien él estaba de vacaciones, sus circunstancias las había dejado en la ciudad, en su casa, para no amargarse la vida. Tenía razón, por supuesto). La autocensura de los propios pensamientos es lo que nos permite disfrutar cuando todo indica que deberíamos estar haciendo aquello que deberíamos estar haciendo: trabajar, ordenar, limpiar, no gastar. Eso nos permite seguir adelante, actúa como una autodefensa instintiva. O quizás no, y realmente nuestra vida en sociedad nos incline al hedonismo y la indiferencia. No seré yo en la playa justo ahora que esa ola baña mis pies quien ratifique o desmienta tal idea. Por la misma regla de tres debería decir entonces que ese instinto es el que nos indica que armarse de razones y salir a gritar a la calle es una mala opción.

Es verano, otra vez, y al fin. Es agosto, aunque todos los pronósticos apuesten por que pronto llegará septiembre. Y dirán que entonces llegará el otoño (no como en el resto del país el veintipoco del mes, sino el mismísimo día 10). Y que entonces comenzaremos a hablar del colegio y del frío. ¡Carpe Diem! Porque vivir así es como pasear agarrado de la mano pensando en decir que te quiero y dar el primer beso, y de pronto escuchar una voz que dice que el amor un día se acaba. ¡Convivan con las moscas mientras puedan!

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