Cultura

Esas pequeñas cosas

Yo se que la gran mayoría de ustedes, queridas personas, no viven como yo en el Barrio de Las Cruces. Por ese motivo no sé si ustedes tienen la costumbre como yo de sufrir siete u ocho cortes de luz a lo largo del año, o si ustedes como yo padecen siete u ocho cortes de agua durante el mismo periodo. Quizás ustedes tengan mejor fortuna o, quién sabe, se vean arrolladas por otros males. La vida no es fácil de por sí, y no quiero ni imaginar cómo debe ser para quienes tenéis la “suerte” de vivir las mejoras en vuestros barrios.
La semana pasada una de las actrices que asistió al ensayo del espectáculo que llevamos en curso llegó con los pelos de punta. Vengo del infierno, decía, están volviendo a levantar la calle Cervantes (donde vive y donde se encuentra el garaje en que guarda su coche). No sabéis lo que estamos pasando, decía, abren la calle y la vuelven a cerrar, levantan, tapan y vuelven a abrir y vuelven a tapar. Otro de los actores asentía con la cabeza. Yo sí lo sé, comentaba. Cruza los dedos, decía, porque después de dar por finalizada la intervención en mi calle –la calle Gelela– han aparecido baches en la calzada y tenemos problemas con las aceras. Como si el sacrificio del vecindario no hubiera sido suficiente, como si las empresas contratadas no supieran hacer bien su trabajo o no hubieran podido hacerlo bien, no hubieran contado con el tiempo o los recursos adecuados, pensaba yo. Como si fuera imposible hacerlo bien.

Del mismo modo se mostraron un par de nuevas obras el día de la inoportuna granizada. El agua que inundaba la zona del Paseo Chapí o el río que partía desde la Plaza Mayor levantándose más de cuatro centímetros a lo largo de la abertura que lleva hasta la Plaza del Rollo. En ambos casos pruebas evidentes de una mala previsión o una mala ejecución que nos hacen temer por el resultado de las obras en curso. Y yo aún diría más: también por el desarrollo de dichas obras. Porque una vez vista la indiferencia y desatención que vivimos y sufrimos cada día en torno a las nueve de la mañana en el cruce de la Avenida Constitución con la calle La Virgen, en horario de entrada a los colegios, no quiero ni pensar en lo que ocurrirá dentro de poco –pero después de los comicios presupongo– cuando se corte la carretera de Yecla para unir los dos tramos de la Rambla Conejo a la altura de la gasolinera.

Pequeñas cosas como pueden ver con las que se puede vivir igual que vivimos sin presupuesto municipal, sin dirección en la Casa de Cultura, sin solución al paso de trenes o sin control a la entrada de basuras.

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