Esclavos del tiempo
A decir verdad, envidio a los indígenas, tenemos tantas cosas que aprender de ellos. Estoy en la ciudad. Es la hora de entrar a trabajar. Coches y más coches. Suenan los cláxones y los individuos gritan desesperadamente. Las aceras rebosan de gente que camina rápidamente. Todos están estresados. Siempre van con prisas. El reloj marca el ritmo de sus vidas.
En cambio, en la selva tropical o en cualquier lugar de África, los minutos no tienen importancia. Se levantan cuando amanece, comen cuando tienen hambre y se acuestan cuando tienen sueño. Pero no se estresan y, sobre todo, no tienen prisas, no les falta tiempo. Se fijan en las cosas, los detalles, lo que les rodea.
El hecho de comer implica tener reservado un momento del día para ello. La diferencia, el indígena no usa en ningún momento un reloj. El reloj hace a las personas esclavas del tiempo y su vejez. Por ello, los indígenas son aún más libres que cualquier ciudadano.