Estaba en una fase cínica y autolesiva pero su abnegada esposa seguía apoyándolo
Me puse a escribir una novela sobre un hombre de mediana edad, esposo y padre de tres niños, que está a punto de agotar el paro. Podría haberme puesto a escribir sobre alguien podrido de dinero al que el saqueo de los mercados financieros ha vuelto todavía más apestosamente rico, pero no conozco en persona a nadie así y no quería que resultara elitista e inverosímil.
Me puse a escribir la novela e hice que el hombre estuviera deprimido y atravesando una fase cínica y autolesiva, dado que había estado años buscando trabajo infructuosamente, aunque su adorable y abnegada esposa seguía apoyándolo. Finalmente, poco antes de navidad, hice que el banco les quitara el piso y se fueran todos a vivir a la minúscula vivienda de los padres de ella, juntaran la ayuda básica y la pensión de su suegro para poder subsistir, y terminé la novela con una humilde cena de nochebuena y un alegato sobre la fuerza de la familia en los momentos difíciles y todo eso. [Pausa.] El editor me dijo que la novela no estaba mal, pero que era condescendiente, los personajes resultaban un poco planos y le faltaba tensión dramática, y me sugirió que metiera un poco más de tragedia. Hice que el hijo pequeño, de 5 años, contrajera una infección súbita y rara y falleciera en la sala de espera de urgencias unos días antes de la cena de nochebuena, cena que mostré como un ejemplo de entereza de una familia unida ante la adversidad. [Pausa.] El editor halagó la introducción de la ficha del hijo muerto, pero dijo que había que jugar más fuerte, pues seguía resultado una historia poco apetecible para los gustos actuales. Entonces hice que el padre tuviera problemas con el alcohol y pegara a su mujer, pero ella termina perdonándolo porque entiende su frustración y cree que todavía lo quiere, y porque se siente confundida ya que ha empezado a acostarse con el hermano de él, que está tratando de ayudar en lo que puede, y la acabé con todos juntos en nochebuena como ejemplo del instinto de supervivencia. [Pausa.] El editor dijo que el toque costumbrista iba a sumar unos cuantos miles de lectores, pero que hacía falta más drama y que el final parecía forzadamente feliz. No me quedó otra opción que poner al suegro a rebuscar en los cubos de basura debido a un trastorno de ansiedad, hacer que la hija mayor, de 15 años, resultara acosada por sus compañeros de colegio hasta que intenta suicidarse, y que el padre, después de destrozar las instalaciones de varias instituciones financieras y gubernamentales envalentonado por una colosal borrachera, fuera detenido y encarcelado y parte de su mísera paga embargada para costear los gastos derivados de sus irresponsables actos. Por último hice que su mujer realizara ciertas prácticas sexuales con algunos individuos con influencia para poder salvar a su marido, pero su vejatoria entrega resulta en vano, ya que terminé la novela con el momento en que ella recibe la noticia de que él ha muerto en prisión debida a alguna complicación médica no especificada. [Pausa.] Al editor le encantó. Meses más tarde me llamó para decirme que, como había predicho, se estaba vendiendo por toneladas, y que especialmente banqueros y políticos la estaban devorando con la misma emoción que si fuera obra de ellos. Después añadió que un cheque que me haría sentirme muy muy muy bien estaba en camino.