Esto es África
Abandonad toda esperanza, salmo 78º
Quizá sea debido a una casualidad, o quizá no, que en la cartelera (y en los últimos Oscars) han coincidido dos películas, una norteamericana y otra británica, que reflejan la situación convulsa que viven algunos países africanos desde los años 70 a nuestros días.
La mirada hollywoodiense le corresponde darla a Edward Zwick, un director sin personalidad marcada pero con oficio, y que con Diamante de sangre filma la enésima versión del individuo descreído y cínico que solo piensa en sí mismo, hasta que su mala conciencia se despierta al interactuar con personas más implicadas con la realidad (una periodista que todavía cree que se puede cambiar el mundo) o que la viven en primera persona (un pescador nativo separado de su familia y obligado a trabajar en las minas). Todo ello ambientado en Sierra Leona, nación cuya economía se sustenta en el tráfico ilegal de diamantes que acaban brillando en los anillos de las mujeres occidentales más pudientes.
Pero como a veces el oficio lo es todo, Zwick consigue con esta arquetípica historia la que quizá sea su mejor película, por encima de cintas sobrevaloradas como Tiempos de gloria o taquillazos de la talla de Leyendas de pasión o El último samurái. Bien filmada y dotada de un ritmo excelente, de paso proporciona competentes interpretaciones de Leonardo DiCaprio, Jennifer Connelly y Djimon Hounsou.
Igual de interesante pero más personal resulta El último rey de Escocia, adaptación del libro de Giles Foden sobre la figura de Idi Amin, presidente de Uganda durante los primeros años 70. A partir de su relación con el joven doctor escocés que se convierte en su médico particular y luego en su consejero más fiel, el cineasta Kevin Macdonald ejecuta un retrato de cómo la figura del dictador fascina y atrapa a sus acólitos como la araña a las moscas.
Hay que señalar que la cinta le dio a Forest Whitaker un merecido Oscar al Mejor Actor Protagonista por su encarnación de tan fascinante como repulsivo espécimen de la raza humana. Precisamente DiCaprio y Diamante de sangre fueron sus principales contrincantes.
Si hace treinta años las películas blaxploitation denunciaron la actitud racista del hombre blanco frente a la población negra de los Estados Unidos, ahora que la situación se ha normalizado (pese a las reticencias de algunos cafres), toca ahondar un poco más e ir al meollo de la cuestión: la pobreza del mismo continente negro, que sigue sometido al yugo del primer mundo. Y es que como afirma el protagonista de Diamante de sangre, "EEA". Es decir: "Esto es África". Nos pongamos como nos pongamos. Y quizá sea el cine de ficción el mejor modo de denunciarlo, sobre todo mientras la CNN le dedique solamente un par de minutos entre los deportes y el tiempo.
Diamante de sangre y El último rey de Escocia se proyectan en cines de toda España.