Apaga y vámonos

¿Europa?

Para el común de los españolitos, especialmente para los de la generación que precede a la mía, esa que soñaba con la caída de la dictadura y la apertura de España hacia nuestros vecinos del norte, a los que siempre habíamos mirado con admiración y envidia, Europa era el sueño, el objetivo, la meta que alcanzamos en 1986 y que tantas alegrías nos ha dado desde entonces.
Sí, señora, alegrías, ¿o se pensaba usted que las nuevas autovías y líneas de tren las hemos pagado nosotros? Gracias a los millonarios Fondos de Cohesión que España ha recibido (y sigue recibiendo, aunque en menor medida) desde su entrada en la entonces CEE ha podido nuestro país acometer eso que se llama modernización y de lo que tanto presumen nuestros políticos, sean del partido que sean. Por no hablar de lo que ha supuesto para nuestras exportaciones (que se lo pregunten a los agricultores franceses) la eliminación de las fronteras y los aranceles entre los Estados miembros, o lo bien que nos ha venido el tan criticado euro, que me río yo de cómo íbamos a hacer frente a la actual subida del petróleo con nuestra inestable, maltrecha, devaluada y sin embargo añorada pesetilla.

Por eso me cuesta tanto entender que ante el No de Irlanda al Tratado de Lisboa estén aflorando, como las setas, multitud de voces en nuestro país enarbolando un discurso antieuropeísta más propio de grupos antisistema que de políticos y periodistas serios. Vale que noticias como las que nos han servido esta última semana, coincidiendo con el batacazo de Irlanda –como eso de que los usuarios de teléfonos móviles tengamos que pagar por recibir llamadas o la jornada laboral de 60 horas semanales–, no sean para echar las campanas al vuelo, más bien todo lo contrario, pero basta leer la letra pequeña para saber que lo primero no es más –al menos por ahora– que una paja mental de una burócrata aburrida y lo segundo una medida a establecer de común acuerdo entre trabajador y empresa y en según qué oficios, y sin embargo, si analizamos fríamente todo lo que ha supuesto nuestra entrada en la UE, me parece un verdadero disparate que haya gente planteándose, aunque sea medio de coña y por hacer ruido, nuestra salida.

Alejarnos de Europa supone acercarnos a… ¡España!, que manda huevos, con la de años que nos ha costado salir de ese país económicamente atrasado, culturalmente tercermundista y socialmente prehistórico que nos han legado siglos de gobernantes inoperantes y corruptos, “guías” espirituales pacatos y meapilas (e igualmente inoperantes y corruptos) y militares casposos y golpistas (sí, también inoperantes y corruptos), culpables todos ellos de que algunos dijeran eso de que “África empieza en los Pirineos”, una condena en gran medida cierta en su día y que, por desgracia, sigue siendo cierta en parte a día de hoy.

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