Opinión

Fallece Inocencio Galindo Mateo (por Rafael Hernández)

El pasado 13 de diciembre fallecía en Valencia Inocencio Galindo Mateo, una enfermedad repentina le cercenaba la vida a los 48 años de edad. Al día siguiente, a las 18:30h, se celebraba una misa en su honor en la Iglesia Arciprestal de Santiago. Su recuerdo acompañó a los presentes y finalizada la eucaristía, la última despedida hizo girar nuestras miradas hacia el coche de pompas fúnebres, mientras éste acogía el féretro que al día siguiente se depositaría en el Cementerio de Villena.
La rotundidad de los hechos junto a la incredulidad provocada por la precipitación de lo acaecido, se dejaba sentir en los rostros de los asistentes que, perplejos, recorrían mentalmente la distancia que separaba su imagen en vida del desconcierto que provocaba el fatal desenlace. Un continuo movimiento de ida y vuelta que, todavía a día de hoy, no nos ayuda a situar con nitidez el lugar donde se encuentra Inocencio: si en Valencia, en Villena, o en aquella caja de madera.

A sus exequias, junto a la familia, asistieron un numeroso grupo de ciudadanos y amigos. También acudieron al acto el alcalde y la concejala de Cultura de nuestra ciudad y sus compañeros profesores de la Facultad de Bellas Artes de Valencia, representada ésta por el Decano y el Director del Departamento de Pintura.

Inocencio Galindo Mateo nació en Villena en 1964, cursó estudios en el Instituto de Enseñanza Media “Hermanos Amorós”, licenciándose después en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos en Valencia, para más adelante, tras la finalización de su tesis doctoral, trabajar como Profesor Titular de dicha universidad, perteneciendo al Departamento de Pintura.

Un intenso y extenso currículo de publicaciones laurea su trayectoria profesional, en el que también podemos encontrar importantes investigaciones sobre la Historia de Villena. Inocencio amaba Villena. Creo que jamás faltó a la cita con sus fiestas de Moros y Cristianos, y lucía con orgullo pertenecer a su ciudad. Siempre que se le solicitaban colaboraciones para su pueblo, acudía con exquisito interés y puntualidad. Su humildad y bondad intelectual quedaron reflejadas en el texto que escribió para el catálogo-libro de Pepe Navarro.

Su cercanía e inteligencia bordeaban de una intensa franqueza ilustrada sus opiniones, discutibles siempre dentro de una argumentación flexible que él estiraba elegantemente hasta alcanzar un acuerdo si no peligraba lo fundamental. Después, una amplia sonrisa ponía el contrapunto final a la conversación. Tengo la certeza de que habría sido un magnífico pintor si hubiese decidido dedicarse a la expresión artística, porque además de capacidades y sabiduría, poseía una tenacidad envidiable.

Inocencio, yo siempre deseé poseer tu bagaje intelectual, tu capacidad de reflexión, tu serenidad ante la vida…

Ahora observo en la página 159 de la Revista Villena una fotografía en donde aparecen mis alumnas de 4º de la E.S.O. del Colegio Ntra. Sra. de los Dolores, que muestran entre sus manos el diploma de unos premios de iniciación a la investigación concedidos por la Fundación “José Mª Soler” en 2012, y detrás, esperándolas en un futuro académico inmediato, estás tú, apoyado en el lateral derecho de la foto, con ese porte que se me antoja aristocrático, observándonos desde el pasado en una imagen congelada.

Aunque lo cierto es que mis alumnas crecerán y se marcharán de esta fotografía a otras, como tu mujer e hijos, como tus padres y hermanos, como tus amigos, pero tú, desgraciadamente, permanecerás quieto, fijado a esta imagen, y a partir de ahora habitarás el espacio de nuestra memoria.
Desde esa imposibilidad, tu prematura y por ello trágica muerte deja un enorme vacío en tu proyecto profesional y vital, provocando un movimiento sísmico que sacude nuestro presente.

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