Famosos o importantes
Para empezar le voy a someter a una pequeña prueba. En confianza, piense si ha oído nombrar a estas personas que a continuación le cito: Xavier Bosch, Adela Cortina, Fernando Reinoso, Francisco Duato, Rafael Fernández. ¿Qué?, ¿cómo ha ido eso? Si ha reconocido a alguno o alguna, realmente está usted al día, se lo aseguro. Todas las personas antes mencionadas dedican su vida a la investigación o la docencia, premiados por su labor en el campo científico con proyección hacia el bien común.
Ahora el segundo test. ¿Reconoce estos nombres?: Penélope Cruz, Ronaldinho, Chenoa, Rociíto, Beckham, Mª José Campanario. ¿Y, ahora?, ¿qué tal? Si, por casualidad, no los conoce, es que realmente usted vive en otra galaxia, lo prometo.
Recientemente hemos asistido, y lo que te rondaré, con la enfermedad, agonía y muerte de Rocío Jurado, a un bombardeo informativo. Lamento, como el primero, la desaparición de una buena cantante, pero el circo mediático que se ha organizado a su alrededor ha sido impresionante. Al final, la incurable enfermedad impuso su terrible criterio. Pues bien, es literalmente imposible mantenerse al margen, porque la prensa, televisiones, radios y demás ecos nos machacan sin contemplación.
Desde hace tiempo, los héroes, las heroínas ya no son quienes se dejan la vida ayudando a necesitados por esos mundos de Dios. ¡Se imaginan cuántas personas anónimas están dedicadas a los demás con el fin de lograr un mundo más habitable, de mayor calidad! Pero no son conocidas, no corren a más de trescientos kilómetros por hora en un coche, ni dan patadas a un balón en un famoso estadio, ni suben a la red con determinación, no, nada de eso. Se dejan las pestañas investigando, curando, delineando, enseñando, trabajando..., pero no salen en la tele, ¡ay, la tele! Tampoco han participado en ningún concurso para ver quien aguanta más en la casa sin ser nominados. No, nada de nada. Solamente contribuyen a que la vida de toda la comunidad sea mejor: total, una insignificancia. ¡Pobres anónimos!
Nos abotargan la mente para que no pensemos. Porque no puede ser que semejante espectáculo vaya en aumento. Mientras nosotros estemos pendientes de las lágrimas que afloran o no afloran, mientras un gol sea infinitamente más celebrado que una vacuna eficaz contra la enfermedad, es que algo raro pasa, creo.
Hace pocas fechas visitó nuestra ciudad un premio Nobel de física. No recuerdo ninguna aclamación popular especial, ni una algarabía en la plaza de Santiago aplaudiéndole mientras salía al balcón. Sinceramente no recuerdo nada de eso. Lástima, no se llamaba Fernando Alonso.
Urge enderezar el rumbo. Está claro que siempre habrá personas que por su ocupación cantantes, deportistas, actores, actrices... estén en el candelero. Por supuesto. Pero de ahí a idolatrarlos, no. No señor. Hay famosos cuyo único mérito es salir en los múltiples programas televisivos del cotilleo, o en aparecer en las varias revistas de lo mismo. Eso es todo. Ese es su bagaje. Y a fuerza de repetirse hasta el aburrimiento son famosos. Faltaría más.
Uno de los arriba citados, Xavier Bosch, Doctor en Medicina y Jefe del Servicio de Epidemiología del Instituto Catalán de Oncología, con importantes estudios sobre el cáncer de cuello de útero, ha sido galardonado con el premio Jaime I a la investigación médica. Justo reconocimiento a su labor. Él es importante. Sin embargo, mucho me temo que no participará en el programa Furor.
Por cierto, ya está en marcha el mundial de fútbol.