Fantasmas sui generis
Abandonad toda esperanza, salmo 507º
Pese a que leo bastante novela negra, hasta hace unos días todavía no había leído nada de Alexis Ravelo. Y puede que sea precisamente por eso: por mucha novela negra que uno lea, es imposible estar al tanto de todos los autores contemporáneos que la cultivan en esta nueva época dorada del género. De hecho, todavía hoy sigo sin haber leído ninguna novela negra suya, pues la primera vez que me he acercado a su obra ha sido a través de las páginas de La otra vida de Ned Blackbird, obra al margen de los estilemas de la literatura criminal que el propio autor ha confesado que escribió para demostrarse a sí mismo que podía ofrecer algo distinto a las historias oscuras que le han dado un prestigio, a decir de críticos y amigos de fiar, más que merecido. De hecho, la novela llevaba un lustro guardada en un cajón, y no ha sido hasta que este autor canario se ha hecho un nombre entre los seguidores de las letras policíacas que se ha decidido a publicarla.
La otra vida de Ned Blackbird es una novela no muy extensa que hace de la propia literatura su materia prima. Y pese a la sencillez de su estilo, a la postre resulta mucho más ambiciosa de lo que parece a simple vista, y se me antoja una obra que resulta ser mucho más que la suma de sus partes: funciona como homenaje a las novelitas de quiosco que pergeñaban escritores clandestinos como el malogrado Francisco González Ledesma, alias Silver Kane (a quien, junto a sus colegas, está dedicado el libro), tanto a los westerns de Marcial Lafuente Estefanía como a las historias románticas de Corín Tellado; pero también remite a la considerada "alta literatura", gracias a sus episodios epistolares y a apuntes fantásticos y giros metaliterarios que harían las delicias de Cortázar o Borges. Todos ellos son ingredientes de una historia de fantasmas muy sui generis -la historia y los fantasmas- que resulta estar muy alejada de los cuentos de terror convencionales y que mantiene el suspense -sí, ese elemento tan característico de muchos thrillers literarios- de la primera página a la última.
Tampoco había leído hasta la fecha ninguna novela de Isaac Rosa, y en esta ocasión sigo sin hacerlo. Lo que sí he podido leer estos días es su debut como guionista en el campo de la novela gráfica; un libro cuya aparición no ha estado exenta de polémica al anunciar la editorial una cubierta y una nota de prensa donde apenas se citaba, o incluso ni se mencionaba, a su compañera creativa: la dibujante Cristina Bueno. Pero rectificar es de sabios, y ante el aluvión de críticas en la red, tanto el novelista sevillano como la artista barcelonesa figuran en igualdad de condiciones en la cubierta de Aquí vivió, obra cuyo subtítulo -Historia de un desahucio- es más que revelador. La originalidad de la propuesta no pasa por su temática social o su espíritu combativo, elementos a los que los seguidores de Paco Roca o Manel Fontdevila (este último un autor que se ha deshecho en elogios hacia la presente obra) están más que acostumbrados, sino por focalizar la atención del relato no en los desahuciados, sino en los ciudadanos que, conscientes de ello o no, empiezan a vivir en los pisos que una vez fueron de los anteriores, los cuales siguen habitando como fantasmas entre las paredes que ya no les pertenecen. Lo mejor del resultado de la colaboración entre Rosa y Bueno es que el reflejo gráfico de ambos mundos, que imagino deudor de los planteamientos del primero tanto como de los lápices de la segunda, solo podría conseguirse mediante los recursos narrativos del cómic.
Y para terminar con las recomendaciones de hoy, sigamos con escritores diletantes y espíritus excepcionales: a la escritora estadounidense Edith Wharton la recordamos sobre todo por sus novelas de ambientación realista y voluntad de retrato social como La casa de la alegría o La edad de la inocencia, dos libros por cierto llevados a la gran pantalla respectivamente por sendos realizadores de la talla de Terence Davies o un Martin Scorsese que -también en un momento de brillante heterodoxia- logró una de sus grandes obras maestras alejándose de los relatos criminales y mafiosos a los que nos tenía gozosamente acostumbrados. Pero como su amigo y maestro Henry James, que escribió la magistral Otra vuelta de tuerca y otros cuentos sobrenaturales, Wharton también se atrevió a acercarse a la literatura fantasmagórica en una serie de relatos, algunos fantásticos y otros no tanto, de los que el reciente volumen Cuentos inquietantes recoge una buena muestra. Una antología pues de lectura indispensable para todo aquel que, libre de prejuicios, no hace distinción entre la alta y la baja literatura, limitándose a distinguir entre dos tipos de libros: los buenos y los malos.
La otra vida de Ned Blackbird, Aquí vivió (Historia de un desahucio) y Cuentos inquietantes están editados por Siruela, Nube de Tinta e Impedimenta respectivamente.